Page 8 - El gran capitán
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3.- Cada día un poco mejor
- Mamá, ¿podemos llamar a nuestro héroe “Corazón Valiente”?, dijo Natalia toda emocionada. Lo que va a hacer es muy bonito y muy difícil, tiene que tener un corazón de oro para hacerlo.
- No -dijo Pablo- vamos a llamarle “Mérida” como la princesa valiente de Brave, y, dando un gran salto, se lanzó sobre la caja de juegues, sacó el arco de su cumpleaños y lanzó una flecha sobre Flami diciendo: “Nuestro destino vive en nosotros, solo debes ser lo suficientemente valiente para verlo”.
- ¡Mamaaaaaá! Pablo ha lanzado una flecha a Flami y él no tiene la culpa, dijo Natalia medio llorando.
- ¡Pablo, no seas violento! Hay que ser valiente pero no agresivo. ¿Queréis que siga con la historia? Ahora viene la segunda parte de la reflexión de Corazón Inquieto.
- Siiiií, pero dile a Pablo que deje el arco. Los capitanes llevan brazalete no llevan arco. Y además nuestro héroe es chico no chica.
- Qué más da, hoy en día los héroes pueden ser chicos o chicas, añadió Pablo. - Venga chicos, tengamos la fiesta en paz que voy a seguir con la historia.
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Después de un rato Corazón Inquieto salió de su habitación. En su cara se dibujaba una pequeña sonrisa pero todavía llevaba la cabeza agachada.
- ¿Mamá, papá, puedo hablar con vosotros?
- Sí, claro, hijo, dinos qué has pensado.
- Son dos cosas. La primera es que si he sido valiente para robar las peras también tengo que ser valiente para pedir perdón. Pedir perdón no es signo de debilidad sino de madurez y de ganas de cambiar. Mañana iré a casa de Matías y le pediré perdón.
- Muy bien, hijo, estoy muy orgullosa de ti.
- Espera, mamá, que no he terminado. A Matías le voy a pedir perdón pero a su hijo le voy a dar mi almuerzo tres días. No es justo que por mi culpa tenga que pasar hambre.
Corazón Inquieto seguía hablando con sus padres y propuso lo siguiente.
-Yo quiero estudiar y sé que faltando a clase he sido un alumno irresponsable. Pero la verdad es que lo que el profe enseña yo ya me lo sé. Saco en todo 10. Hay niños muy vagos. Quiero aprender mucho, no quiero quedarme sentado en el sofá de casa o jugando a la pelota con mis amigos. Quiero...
- Entiendo, hijo. Y tienes razón. Aquí en la escuela vas a aprender poco. Déjame hablar con mamá y lo pensamos. Para hacer lo que tú quieres, tienes que ir a la ciudad.
- ¿Mamá, y cuándo yo sea mayor y quiera ir a estudiar a la Universidad me podré llevar a Flami?
- Sí hija, claro que sí.
- Pablo comenzó a reírse.