Page 18 - Nuestras Guerras
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Cuadro 5
1968, PLAZA DEL REY, BARCELONA
La luz sube sobre Pablo y Gregorio sentados en una mesa debajo de los arcos.
PABLO. Siempre se retrasa, tío, tenga usted paciencia.
GREGORIO. Pues sí, pero es que, de saberlo, podía haber esperado un poco más al Manolito para que viniese a despedirse, que mañana vuela a París.
PABLO. Deje usted al Manolito, tío, que es muy joven. El en sus farras aquí y en sus huelgas de allí, estará tranquilo. Y mejor aquí que allí, porque he leído que en Ciudad de México han repartido hostias.
GREGORIO. Sí, y más que eso. Hubo matanza de verdad, de lo que este niñato mío nunca había conocido. Y vaya que han destacado la noticia vuestros diarios, ¡eh! Más espacio que a un partido de fútbol o a un retrato de Franco. Como que México y Rumanía son los únicos países que reconocen nuestro gobierno en el exilio y nunca han reconocido a Franco. Y ahora, a hostias, y con más sangre que aquí a vuestros estudiantes.
PABLO. Sí. Más sangre de nuestros estudiantes y de nosotros todos, ahora mismo. Porque mire usted tío, que vaya si la ha habido en todos estos años.
GREGORIO. No, de eso nada de comparar, pero hablo de este año y de los chicos. Ni en París, ni aquí, en los Estados Unidos ni en Praga, ha disparado así el ejército contra la multitud. Una multitud en la que, ¿sabes?, iba estar mi Manolo pegando voces. Providencial, dirían las beatas de mi pueblo.
PABLO. Pues ve usted, tío, otra razón para dejarle que se lama solo las heridas y se tome unos chatos mientras encuentra alguna chica ye-ye con quien compartir sus penas.