Page 21 - Nuestras Guerras
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con los de Opus, pero el palo de siempre al que se mueva. ¿Has visto, Pablo, que lleva razón tu padre?
PABLO. Yo nunca le he negado la razón en esas cosas.
TIMOTEO. Pero, claro, hay que aprovechar el desarrollo económico a costa de lo que sea. Para eso está el suegro. Pero hoy hablemos de otras cosas. Hace buen día. Miradme aquí, con mi hijo adorado y con el primo de mi edad con el que empezamos juntos nuestra historia. Los tres de izquierdas, hasta donde aquí se puede ser. ¿Qué no, Pablillo? Ya, ya, me callo. Venga a decir ¡salud!
Chocan los vasos.
PABLO. ¡Salud!
GREGORIO. ¡Salud! ¿Y si vinieses a México a conocer el país y a ver si hay algo para ti, para quedarte?
Pablo y Timoteo se quedan perplejos ante el ofrecimiento de Gregorio. Se miran. No saben qué decir.
TIMOTEO. ¿Qué dices, Gregorio?
GREGORIO. Nada, lo que has oído. Está la FETE...
TIMOTEO. ¿Se reúnen todavía los de la FETE?
GREGORIO. Hasta una publicación tenemos. Quizás.., ve tú a saber...
TIMOTEO. Si no tengo para vivir. Si éste me tiene ahí, en la casa de su suegro, casi de clandestino.
GREGORIO. Pues por eso.
TIMOTEO. ¿Cómo podría siquiera pagarme un billete?
GREGORIO. Eso lo arreglaríamos entre Pablo y yo y quizá camaradas tuyos de allí. TIMOTEO. Venga, Gregorio, que me tomas el pelo.
GREGORIO. Digo que podría ser. No digo más.
TIMOTEO. ¿Y éste que haría sin mí? Porque no vayas tú a creerte que a su suegro le quiere como me quiere a mí.


















































































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