Page 32 - Nuestras Guerras
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PABLO. Y España, al menos, un país sin memoria. Franco también se cuidó de arrancarla de raíz. De eso hablaba él cuando decía que dejaba todo atado y bien atado. Llevaba razón. Hablaba de que había borrado la memoria.
MANOLO. Aquí es igual. No te conté suficiente de lo que aquí está pasando. De cómo setenta años de priísmo ya se nos olvidaron, y con tres pases mágicos los que aplaudieron a Díaz Ordaz, por ejemplo, ahora se dicen de izquierda. Y los que no encontraron chamba ni los hicieron candidatos a lo que querían, ahora son radicalísimos. No es una sola nuestra guerra, son tantas. Y de todas hemos perdido la memoria, para aceptar una especie de caricatura que han venido a enjaretarnos los que están esperando regresar. Porque aquí, ya lo verás, el PRI va a regresar, aunque algunos nos muramos de la pinche rabia.
PABLO. Los intereses cambian, aquí y allí. Y en la transición hicimos todos una especie de pacto para perder la memoria y salvar la democracia. Amnesia, para evitar nuevos derramamientos de sangre y, lo que nadie olvida, para evitar nuevas posguerras. ¿Sabes tú? Ni a Julián Grimau se hizo un mínimo homenaje en aquellos días. Hoy si mis hijos y mis nietos han oído hablar de Julián Grimau es por casualidad, porque a veces se escucha alguna canción latinoamericana. Mis hijos y mis nietos están seguros de que todo se inventó el día en que tuvimos democracia.
MANOLO. Aquí, parece que todo lo hubiera hecho bien el PRI. Los del PRI original y los que se salieron del PRI. Todo un carnaval de populismo amnésico, siempre priísta. Sí, también son de memorias nuestras guerras.
PABLO. Hasta hoy, el juez Garzón pide exhumar cadáveres que al parecer ya nadie quisiera encontrar y, ya lo has visto, se lo impiden para que nadie diga nada. Era Antígona, ¿verdad?, la que entregó la vida por enterrar a sus muertos como debía de ser.
MANOLO. Sí, era Antígona.
PABLO. Pues nosotros, ni eso. Mis hijos y mis nietos me miran como a extranjero cuando hablo de aquello. No sé, Manolo, si tú has hablado con los tuyos.
MANOLO. No. Mi hijo se fue a los Estados Unidos a estudiar y allá se quedó. Y se casó y lo veo muy de vez en cuando. Yo soy un pobre maestro de grabado en la Universidad y no puedo hacer tantos viajes como quisiera para verlos. Así, que nada, nada de eso. Además, confundo cosas y creo que es de León Felipe ese poema de otro, “ahora quiero dormir”. Tú me perdonarás que diga que todo es una chinga: no tengo hijos ni nietos a quien contarles nada, y me quedé sin oír a mi padre.
PABLO. No. A él sí lo oíste. Lo fundamental, al menos. Con nuestros padres fue distinto, ¿sabes? Hubo mucho silencio, pero también había otras formas de charlar entre nosotros. Tú sabes que tu padre te adoraba. ¿No es verdad?


























































































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