Page 86 - Secundaria - Comprometid@s con la Historia de México - 3er Grado
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llevó a cabo exitosas campañas militares. En 1805 tuvo lugar la Batalla de Trafalgar, en la que la marina inglesa demostró ser superior que la francesa y la española. No obstante, Napoleón fue mucho más poderoso en tierra y rápidamente se fue adueñando de extensos territorios hasta formar un gran imperio. Para atacar a Gran Bretaña, su máximo enemigo, Napoleón decidió hacerlo desde Portugal. Para conseguirlo, buscó una alianza con los españoles a fin de que éstos le permitieran atravesar por España para invadir a Portugal. Accedieron. Sin embargo, una vez en España, Napoleón se apoderó traicioneramente de ella y pasó a conquistar Portugal en 1807.
Como te imaginarás, los españoles no quedaron conformes con tener su territorio invadido por tropas francesas, de modo que se inició una conjura para recuperar el poder: el Motín de Aranjuez en 1808 obligó a Carlos IV a ceder el trono a su hijo Fernando VII (1784-1833), a quien Napoleón destronó de inmediato y en su lugar proclamó rey de España a su hermano José Bonaparte (1768-1844), sarcásticamente apodado Pepe Botella por su golosa afición al vino. ¿Terminaron ahí las cosas? De ninguna manera. En mayo de 1808, la gente de Madrid inició una rebelión contra Pepe Botella, echando vivas a la Virgen del Pilar (cuyo estandarte portaban) y a Fernando VII, El Deseado, por gentil sobrenombre, cuya imagen también alzaban. A su rechazo hacia los franceses, los rebeldes unían la defensa de la reli- gión católica en contra del ateísmo, según ellos, que estaba detrás de las ideas de la Ilustración.
Estos hechos no dejaron de infectar a los territorios españoles allende el mar. El 8 de junio de 1808 se conoció en la Ciudad de México la abdicación de Carlos IV en favor de Fernando VII, y el 14 de julio la de Fernando VII a favor de Napoleón. Entonces, los novohispanos consideraron que la monarquía española se había quedado “sin cabeza”. Uno de los antiguos conspiradores de 1793, Francisco Primo de Verdad (1760-1808) propuso al virrey José de Iturrigaray integrar una Junta de Representantes que gobernara Nueva España mientras Napoleón usurpara el trono español; argumentaba que en ausencia del rey legítimo (Carlos IV o Fernando VII) el poder de gobernarse regresaba al pueblo. La Nueva España dejaría de ser gobernada por la Junta de Representantes y nuevamente quedaría bajo la autoridad del rey tan pronto como hubiera uno legítimo en España. Apoyaban a Primo de Verdad (quien para entonces tenía el cargo de síndico) el regidor Francisco de Azcárate (1767-1831), el marqués de Uluapa, el marqués de Rayas, el conde de Medina y el Conde de Regla. Su idea fue rechazada por el virrey José de Iturrigaray (1742-1815) quien sólo quiso jurar fidelidad al rey español y no tomar el control directo de la Nueva España.
El criollismo y el anhelo de autonomía. El golpe de Estado de los peninsulares
Ante esta contrariedad los “autonomistas” (así se llamó a Primo de Verdad y a quienes lo apoyaban) se dirigieron a la Real Audiencia de la Nueva España, que tampoco los escuchó, pues en su mayoría estaba integrada por peninsu- lares. Entonces los autonomistas argumentaron que la Real Audiencia misma y el virrey Iturrigaray carecían de legitimidad ante la falta de rey, y que los ayuntamientos eran el órgano legítimo para ejercer el poder, pues ellos representaban el “poder del pueblo” desde antes de que fueran instaurados los virreyes y las audiencias. Esta situación creó una gran tensión política. Los peninsulares decidieron que la única forma de resolverla era organizar un golpe de Estado (toma del poder por la fuerza) y así lo hicieron. Arres- taron al virrey y controlaron el gobierno de Nueva España durante dos años. Como ves, las tensiones acumuladas, incrementadas con la falta de diálogo, condujeron a estos
Seguimiento del
desafío
acontecimientos.
Tal situación, que ya se desbordaba, se puede explicar por el fenómeno que se ha
llamado criollismo; vale la pena recapacitar acerca de él. Durante el Virreinato hubo españoles (y otros europeos) que se identificaron entre sí por sus ideas, sentimientos y actitudes con los nacidos americanos, y que por dicha identificación se sintieron novohispanos y ya no europeos. Así se inició el criollismo, el modo de pensar y de ser que exaltaba los rasgos criollos. La palabra criollo se usó como opuesto a gachupín, nombre despectivo para referirse al español peninsular. El criollo, aunque no renegaba de su origen español, no quería ser un gachupín, pero tampoco se sentía español. Se esforzó entonces por construirse una personalidad propia, específica, que lo diferenciara de los europeos. Y con un sentido nacionalista exaltó hasta la exageración el pasado y el presente de Nueva España: alabó a las culturas prehispánicas (aunque discriminó al indígena vivo); se enorgulleció de la fecundidad, lo variado, la dulzura, lo hermoso de la naturaleza americana; presumió de su gente, de sus costumbres y capacidades; rindió culto a santos patronos locales, de los que el máximo sería la Virgen de Guadalupe. En pocas palabras, para el criollo, Nueva España era la patria como nunca la había habido ni la habría jamás. Y por esta forma arraigada de ser y sentir y por tener ya planes concretos, el movimiento autonomista no sucumbió sino, por el contrario, dio lugar, finalmente, a la conspiración e insurrección que encenderían la mecha de la lucha que condujo a la Independencia.
Vuelve al desafío que
se te planteó en la página 62 y observa nuevamente las imáge- nes. ¿Qué objetos que “adornan” el cuadro
te llaman la atención? Debes saber que poner determinados objetos en los cuadros de castas no era una casualidad: algo quería comunicar
el autor. Para continuar con el desafío, deduce el significado de los obje- tos del cuadro y apúnta- los en tu cuaderno. Una pista: el deseo de exaltar lo americano.
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Bloque 2