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Esperanzas aparte, mi pronóstico es que la televisión seguirá siendo el centro —en
detrimento de la cibernavegación y de sus sirenas—y esto se fundamenta, asimismo, en
la consideración de que la televisión no tiene techo. En 1992 ya existían en el mundo un
millón de millones de televisores. Si excluimos a los marginados y a los que realmente
se mueren de hambre, la televisión cubre, adonde llega, casi el cien por cien de las
casas. En cambio, para los demás inventos, hay un techo. Internet produce saturación
27, y «ver pasivamente» es más fácil y más cómodo que el acto de «ver activamente» de
las navegaciones cibernéticas. Sin contar que, como ya he explicado, la televisión nos
muestra una realidad que nos atañe de verdad, mientras que el cibermundo nos enseña
imágenes imaginarias. Vivir en el ciberespacio es como vivir sólo de Star Trek y de
películas de ciencia ficción. ¿Todo el día y todos los días? Qué aburrido.
Podría ser que mi previsión sobre el centralismo de la televisón resultara equivocada
Es posible, por ejemplo. que yo infravalore la importancia de una comunicación activa e
interactiva29. Incluso si es así, los problemas que he destacado siguen siendo los
mismos. Por tanto, continúa siendo verdad que hacia finales del siglo xx, el horno
sapiens ha entrado en crisis, una crisis de pérdida de conocimiento y de capacidad de
saber.
28 Tengo que dejar claro que esta cuestión es válida también en cuanto a la radio. El
hecho de que una televisión deficiente, o un exceso de televisión, pueda aportar grandes
grupos de público a la radio (como está sucediendo en Italia) no deja sin efecto el
problema de la huella que puede dejar en el proceso de formación del niño.
Tal vez porque las interacciones en la red son sólo un pálido sustituto de las
interacciones cara a cara, es decir, de las interacciones primarias. Intercambiarse
mensajes mediante un ordenador nos deja siempre solos ante un teclado.
LA OPINIÓN TELEDIRIGIDA
1. VÍDEOPOLÍT1CA
La televisión se caracteriza por una cosa: entretiene, relaja y divierte. Como decía
anteriormente, cultiva al horno ludens; pero la televisión invade toda nuestra vida, se
afirma incluso como un demiurgo. Después de haber «formado» a los niños continúa
formando, o de algún modo, influenciando a los adultos por medio de la «información».
En primer lugar, les informa de noticias (más que de nociones), es decir, proporciona
no¡icias de lo que acontece en el mundo, por lejano o cercano que sea. La mayoría de
estas noticias terminan por ser deportivas, o sobre sucesos, o sobre asuntos del corazón
(o lacrimógenas) o sobre diferentes catástrofes. Lo que no es óbice para que las noticias
de mayor repercusión, de mayor importancia objetiva, sean las que tratan de
información política, las informaciones sobre la polis (nuestra o ajena). Saber de política
es importante aunque a muchos no les importe, porque la política condiciona toda
nuestra vida y nuestra convivencia. La ciudad perversa nos encarcela, nos hace poco o
nada libres; y la mala política —que obviamente incluye la política económica— nos
empobrece (cfr Sartori, 1993, págs. 313-316).