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La Doctrina Estrada es el nombre del ideal central de la Política Exterior de México de 1930 a
                2000. Su nombre se deriva de Genaro Estrada, Secretario de Relaciones Exteriores durante la

                Presidencia de Pascual Ortiz Rubio. El Secretario Estrada anunció esta doctrina, mediante un
                documento  enviado  a  los  representantes  de  México  en  el  extranjero,  con  fecha  del  27  de

                septiembre de 1930.


                La  doctrina  Estrada  hace  referencia  a  la  antigua  costumbre  de  otorgar  el  reconocimiento  de
                Estado. Dicha práctica era habitual hasta que fue considerada como un uso denigrante, en virtud

                de que cada Estado tiene su propio derecho de autodeterminación. México sufrió a causa de esta

                práctica ya que al inicio de su vida independiente, le fue difícil obtenerlo. Su uso más extendido
                se  dio  en  los  años  70´s  donde  México  no  otorgo  reconocimiento  de  Estado  a  los  países

                sudamericanos que sufrieron golpes de estado. México únicamente se limita a mantener o retirar
                su misión diplomática.


                La Doctrina Estrada favorece una visión cerrada de soberanía. Afirma que gobiernos extranjeros

                no deberían juzgar (para bien o para mal), gobiernos o cambios en gobiernos de otras naciones
                ya que implicaría una violación a su soberanía.1


                Fue descontinuada en 2000 durante la Presidencia de Vicente Fox.


                DOCTRINA WILSON.


                Woodrow  Wilson  declaró,  por  su  parte,  que  no  tenía  ninguna  intención  de  reconocer  a  un

                gobierno de "carniceros” Creía que los tiranos, dictadores o usurpadores no hacían posible el
                autogobierno, ponían en constante peligro la vida de los ciudadanos extranjeros, perjudicaban el

                crédito  y,  sobre  todo,  frenaban  el  libre  desarrollo  de  los  negocios  extranjeros,  de  los  cuales
                Wilson  era  ferviente  partidario.  El  gobierno  de  Huerta  era  ilegítimo,  lo  cual  iba  contra  los

                ideales de democracia y libertad del pueblo estadounidense. Llegó un momento en que el deseo
                de  derrocar  a  Victoriano  Huerta  se  convirtió  en  la  meta  de  Wilson,  se  le  volvió  un  asunto

                personal.  El  presidente  mexicano  desagradaba  profundamente  al  norteamericano,  pues

                representaba  la  antítesis  de  su  moralidad  puritana:  "Ningún  hombre  puede  decir  qué  pasará
                mientras tratemos  con un bruto  desesperado  como  ese traidor,  Huerta.  ¡Dios  nos  salve de lo

                peor!"
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