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EL CAMINO HACIA LOS SUEÑOS



                                                                                                        En la marcha de la vida, la esperanza de cumplir sueños postergados
                                                                                                      desde la infancia, que a veces se convertían en lejanías polares, es el
                                                                                                      reto diario que todos enfrentamos. Con el crecimiento, el desarrollo y las
                                                                                                      obligaciones, varias de esas ideas se afirmaban y sirvieron de combus-
                                                                                                      tión para avanzar en pos de conseguirlo, descifrando interrogantes que
                                                                                                      se transformaban en luz para revestirse de firmeza, en la consecución del
                                                                                                      deseo llamado sueño.
                                                                                                        De prisa, pero sin correr por las calles, llevando el objetivo principal
                                                                                                      - ¿Cuál era este? – entrar a la gloriosa universidad, a la mejor de todas,
                                                                                                      a estudiar medicina, donde se acuñarían mis ilusiones de ser médico,
                                                                                                      mismas que fueron madurando pese a las dificultades del entorno. En la
                                                                                                      lejanía quedó la comodidad del hogar, mi cálida habitación, la cocina que
                                                                                                      fue el sitio de unión familiar a la hora del té, aquella pequeña mascota
                                                                                                      de pelaje blanco suave que llevaba a pensar en un copo de nieve, y todos
                                                                                                      aquellos que siempre fueron compañía y luz en el trajín llamado vida: pa-
                                                                                                      dres, hermanos y abuelos quedaron lejos físicamente, pero más presente
                                                                                                      que nunca antes en el corazón.
                                                                                                        El cambio fue inmenso. Llegué a la capital a los 17 años de edad y el
                                                                                                      impacto fue grande en todo sentido; además, el nuevo nivel de estudios
                                                                                                      significó dejar por completo las noches tranquilas, los cantos maternales
                                                                                                      de la mañana que fueron dicha y protección, en relación con el camino
                                                                                                      trazado. Eso sí, con el corazón ardiente y fría la mente, como solía decir
                                                                                                      el ángel llamado mamá: “la meta y/o aspiración, está en la oportunidad
                                                                                                      de cada día”; además, en silencio a demostrar a quienes dudaron de mi
                                                                                                      estadía en la metrópoli, porque solían decir que “los chicos de provincia
                                                                                                      solo van a la capital a disfrutar la vida”; pero ese no sería mi caso.

                                                                                                        Las personas creen que las mujeres migran de su pequeño nido lla-
                                                                                                      mado hogar a la gran capital  a  “buscar marido” exclusivamente,  y
                                                                                                      seguro hay quienes sí, pero también quienes no tienen ese objetivo en
                                                                                                      mente. Obvio, puede pasar porque existen chicos altos, atentos y pro-
                                                                                                      tectores, otros bajos y gorditos, coquetos y trabajadores, es que como
                                                                                                      dice el viejo refrán: “en la viña del Señor, para todos hay”. En fin, ese es
                                                                                                      tema de otra publicación. De tal manera, empezó la nueva vida y de su
                                                                                                      mano los retos por venir; el primero de ellos: el transporte. Tomé un bus
                                                                                                      de regreso a casa, todo parecía bien, sin embargo, la amena charla y las
                                                                                                      risas con una nueva amiga que acompañaba en el trayecto, derivó en que
                                                                                                      nos perdimos y desviamos una hora del destino. Luego del susto y las lla-
                                                                                                      madas respectivas para recibir orientación llegamos a nuestros hogares.
                                                                                                      Así empezó la aventura, la misma que tendría más historias y enseñanzas
                                                                                                      en su desarrollo. Luchaba como una cometa contra el viento.


                                                                                                      Regreso al Indice                                      157
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