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internacionales por su esposo, una vida de lujos y facilidades. Sin em-  gris, tan suave como espuma sensible, sentada en un cortado tronco de
 bargo, los negocios ocultos de su marido se destruyeron, lo que arruinó   pino que hacía de banca.  Se le acercó y empezó con el interrogatorio, ya
 toda la comodidad y la vida llena de opulencia. Le tocó levantarse y se-  aprendido de memoria:
 guir sola, defendiendo a sus hijos y dándoles lo mejor que pudo en la   “Buenos días, mi nombre es Mia, médica de su barrio, ¿Le puedo
 nueva realidad. Se desgastó tanto con el paso de los meses y años, que   realizar algunas preguntas?”, inició, con voz reposada y serena.
 se echó a morir poco a poco, situación que se aceleró ante los rumores
 y juicios de la gente, al tiempo que sus hijos la rechazaron, los nietos la   “¿Qué quiere saber? ¿Ustedes son del Gobierno?”, preguntó escép-
 ignoraron, dejaron de visitarla e invitarla a salir. Se sintió defraudada, al   ticamente la señora.
 haber entregado todo a quienes le dieron la espalda y la abandonaron.  “Es para saber cómo se encuentra de salud y ver si podemos ayu-
 El tratante de turno la tranquilizó, luego de otorgarle una dosis de   darla, en su casa, para que no salga y no se exponga a peligros”, explicó
 analgesia intravenosa. Volvió la calma un momento, mientras los trauma-  pacientemente Mia.
 tólogos iban y venían valorándola, sacándole placas radiográficas, diag-  La anciana aceptó, con la mirada hacia abajo, aunque sin convencerse
 nosticando, etc. Se resolvió que la prótesis de su cadera ya no servía y   de la idea y el proceso. En todo caso, la entrevista se realizó, y en su de-
 había que reemplazarla; por lo tanto, hospitalización e inminente cirugía.   sarrollo, Mia sintió una mirada familiar, a la que en el instante mismo no
 Horas después estaba en el quirófano, consciente,  gritando;  anestesia   le dio importancia por seguir el proceso, pero que le quedó dando vueltas
 local y empezó la intervención.  en la cabeza durante el resto de la jornada. Ya en casa, luego del trabajo

 “¿Qué me hacen?, ¿Por qué suena cómo serrucho y taladro?, ¿Qué   en un día caluroso, se recostó por un momento y un pensamiento fugaz,
 hacen con mi pierna?”, exclamó llena de angustia.  le hizo recordar a la señora que gritaba en el quirófano, por una prótesis
               de cadera.
 Mientras los posgradistas de Traumatología esperaban la llegada del
 médico tratante, la interna cargaba con la mayor responsabilidad del mo-  “¡Exacto!, ya me acordé, es ella”, exclamó Mia. La mirada de Rosa
 mento: sujetar la pierna de Margarita y tranquilizarla como pudiera. Cada   de la tarde le recordó a la de Margarita aquella sonora vez. Eran exacta-
 minuto que pasaba, dicha extremidad pesaba más, dentro de una cirugía   mente iguales. Con la curiosidad por ser satisfecha, empezó una inves-
 que superó las dos horas de duración, de la mano del cansancio mental   tigación cual detective para comprobar la hipótesis de que podían estar
 producto de los gritos ensordecedores de la paciente.  Con la satisfacción   relacionadas, era una corazonada. Así, luego de algunas averiguaciones,
 general por el trabajo realizado, todos abandonaron el quirófano, siendo   charlas con los vecinos, que son mejores que las redes sociales para dar
 la interna la última en salir; previo a hacerlo, le dio la mano a la convale-  información, descubrió que Rosa era la hermana menor de Margarita y
 ciente y la apaciguó como un arte de magia. La enfermera atónita ante lo   que entre ellas hace muchos años no había contacto, puesto que se habían
 visto pensó que se trataba de algún familiar.   separado por inconvenientes presentados.
 Siete días después de la cirugía, Margarita falleció, justo en el turno   ¡Qué momento! ¿Sería procedente comunicarle a la señora, que esta
 de la interna quien sujetó su mano y de la única que sintió apoyo, cariño   doctora atendió a su hermana tiempo atrás, en su operación y que luego
 y preocupación; sin duda un momento triste para una profesional a quien   de la misma falleció? Decidió hacerlo en su próxima visita a esa casa.
 le faltaba experimentar el doloroso camino de la muerte de un paciente.   “Gracias por darme esa noticia, familia es familia a pesar de todo”,
 Mia, era la interna de toda esta historia, sintiéndose desconsolada y mar-  dijo con calma la humilde señora.
 chita por lo sucedido.
                  “Yo sujeté su mano en la cirugía, para darle ánimo y tranquilizarla.
 Siguió el rumbo, los meses pasaron y a Mia le correspondió trasla-  La traté como mi familia”, respondió Mia con desconsuelo, reviviendo
 darse a una provincia del norte del país para cumplir con el año de me-  el momento.
 dicina rural. Como todos en esas condiciones, recorrió las comunidades
 y los barrios del lugar, buscando personas que atender, entre niños, per-  Se abrazaron muy fuerte, y la mujer mayor lloró en el hombro de la
 sonas de la tercera edad, mujeres embarazadas, etc. En uno de esos viajes,   doctora, por varios minutos. En respuesta, quiso ayudarla con palabras
 llegó a una casa humilde, de teja y adobe; de esas de pocas habitaciones,   de aliento, lo cual fue imposible al recordar que su abuelita, tocaya de
 pero con un patio enorme lleno de vida con animales y coloridas flores.   quien lloraba en sus brazos ese instante, también había partido al cielo y
 Allí encontró a Rosa, una anciana tierna, de tez blanca, cabello blanco y   la guiaba desde allí.

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