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Otro mes, más informes, pacientes y casi por terminar el año más can- pués de una complicada búsqueda lo encontró para presionarlo.
sado, arduo y lleno de experiencias. Casi al terminar la jornada, llegó un “¡Lo encontré!” – gritó llena de felicidad y logró detener el sangrado,
señor desesperado, pidiendo que atiendan a su compañero, quien había mientras imploraba por un milagro.
sido apuñalado.
Llegaron por fin al hospital, luego del viaje más largo de la vida de
Un escenario desconsolado y agobiante el que Mia encontró al salir:
Diego en brazos de otro, su camisa llena de sangre, inconsciente. Con todos los presentes. Mia, con el antecedente de su compañera, tuvo que
presentar el paciente al médico tratante de emergencia; dado lo suce-
toda la adrenalina encima, comunicó al chofer de la ambulancia que había dido, y la adrenalina corriendo por sus venas, resultó sencillo dar ese
que llevarlo a un hospital, donde le debían colocar un tubo intratoráxico, paso, sin dejarse intimidar por el médico y lo que le podría decir. ¡Misión
brindándole mientras tanto, atención inmediata, viviendo la tensión que cumplida!
sobrepasaba los límites.
La profesión del médico, a vista de la gente, es atareada, ardua, pero
“Necesito un plástico y esparadrapo, además tijeras y que controlen gratificante y económicamente estable. La carrera tiene momentos po-
los signos vitales”, indicó la médica familiar que estaba junto a Mia, sitivos y negativos, es la verdad, y todos en algún momento nos hemos
quien acotó: “Subamos rápido a la ambulancia”.
preguntado si haberla elegido fue lo correcto, por convicción propia o
El camino al hospital más cercano era sinuoso, lleno de curvas. La influencia de terceros; algunos la dejan incompleta al rendirse, y otros la
médica familiar aborrecía salir en ambulancia, así que colapsó y no pudo terminan, sin saber si son felices o no con haber cumplido todas las fases,
hacer el procedimiento, ya que los nervios la traicionaron y la presión del puesto que los precios pagados, son muy altos, sacrificando tiempo, fa-
viaje empeoró todo. Mia, por su lado, trababa de recordar las clases del milia, amigos, reuniones, etc.
profesor de cirugía, que, de forma dinámica, enseñó todo lo que se puede En una habitación blanca, con una ventana grande, iluminada por la
usar en una emergencia. ¡Había que hacer manualidades!, entonces, re- luz del sol, estaba Mia acostada, con hidratación, medicamentos y un
cortó un cuadro del empaque de una solución salina, y lo colocó junto poco de oxígeno.
con el esparadrapo para hacer una válvula, mientras la enfermera colo-
caba líquidos intravenosos por la pérdida de sangre. “¡Despertó!”, exclamó la madre de Mia, con lágrimas en sus ojos y
una sonrisa enorme al ver a su hija.
El amigo de Diego seguía tratando de despertarlo, para que no pierda
totalmente la conciencia. La médica familiar se sentó junto al paciente, “Ma ¿Qué hago aquí?”, preguntó Mia desorientada.
buscó reincorporarse a las funciones, sudaba, vomitó por dos ocasiones, La doctora que estaba en este caso entró a la habitación, la examinó,
mareada. y explicó al familiar que debían hacer los últimos exámenes para ase-
“¡Lo siento Mia, no puedo más!”, manifestó, con la cara pálida y el gurar la recuperación total. Mia no entendía nada, tampoco recordaba
pánico por las curvas. qué había pasado, solo veía el tierno rostro de su madre, que irradiaba
felicidad y alivio.
“Tranquila, solo hay que llegar y entregar al paciente estable”, gritó
Mia, que también temblaba. Pues la historia dice que Mia tuvo un accidente de tránsito, producto
del cual quedó en estado de coma causado por un traumatismo craneoen-
Diego aún sangraba, por la herida que produjo la puñalada, provo- cefálico grave, que la mantuvo tres meses en ese estado, previo a em-
cando neumotórax. Pero no era la única herida, puesto que tenía otra en pezar como médica en un nuevo trabajo. Tenía presentes a Margarita,
el brazo izquierdo, la misma que debía ser suturada a velocidad, y en Rosa y Diego, sus atendidos más notables durante el año rural, quienes,
movimiento. Era imperante resolver la situación:
en realidad, eran pacientes como ella, del hospital donde había pasado el
“¡Licen, ayúdeme por favor con un hilo de sutura, el que tengamos!” último trimestre.
– exclamó Mia, con voz temblorosa.
En estado de inconsciencia imaginó cómo hubiera sido su año de
“¡Ay! Doctorcita no tenemos en la ambulancia eso, ¿le ayudo con una rural. A pesar de todo, los sueños en alguna parte tienen algo de verdad.
pinza?”, recibió por respuesta de parte de uno de los tripulantes. Era yo, y aquí estoy, lista para seguir cumpliendo con la carrera, en la
Mia sentía su corazón en la garganta, pero no podía hacer más. Tomó vida real.
la pinza para buscar el vaso sanguíneo que estaba comprometido y des- Autora: Md. Myriam Lisseth García Vinueza
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