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LA MONJA QUE RONDA POR LAS NO-
                                                                                                            CHES EL HOSPITAL PEDIÁTRICO



                                                                                                        Era la media noche de un viernes. Me encontraba de turno nocturno
                                                                                                      en el servicio de neonatología de un pequeño y antiguo hospital pediá-
                                                                                                      trico, y esperaba, junto a una compañera, el arribo de un paciente transfe-
                                                                                                      rido de otro hospital de la ciudad. Mónica, la residente de emergencia me
                                                                                                      preguntó si conocía detalles sobre lo sucedido en el turno anterior, por la
                                                                                                      noche, ante lo que contesté que no tenía información al respecto, porque
                                                                                                      siempre soy la última en enterarme de todo.
                                                                                                        Mónica comentó que varios padres de los pacientes  habían solici-
                                                                                                      tado el alta voluntaria esa mañana, porque durante la noche los hicieron
                                                                                                      asustar. Pregunté “¿Quién haría eso?”, “¡La Monja!”, exclamó. Doña
                                                                                                      Luisa, la auxiliar de turno, entre risas y nerviosismo comentó: “Debe ser
                                                                                                      la monjita que trabajó aquí hace 100 años aproximadamente, y falleció
                                                                                                      junto al fundador del hospital por causa de la peste neumónica, tratando
                                                                                                      de salvar la vida de muchos niños riobambeños de la época”; además,
                                                                                                      refirió que ese tema de conversación ya tenía buen tiempo sobre la mesa,
                                                                                                      y que agradecía al todopoderoso no haberla visto ni ser protagonista de la
                                                                                                      historia, ya que le causaba mucho miedo solo imaginarse.





















                                                                                                        Me habían contado historias de miedo que ocurrieron en el hospital,
                                                                                                      les comenté, buscando no caer en el nerviosismo; por ejemplo, les re-
                                                                                                      ferí la leyenda sobre el baile de los angelitos de piedra que hay en el
                                                                                                      lugar, el mismo que ocurría a las tres de la madrugada y que en más de
                                                                                                      una ocasión quise presenciar, aunque nunca sucedió. También el caso
                                                                                                      del niño del columpio, que jugaba a las cinco de la mañana, y que jamás
                                                                                                      apareció durante mis turnos, y eso que lo había buscado; sin embargo, lo
                                                                                                      vi en un video captado por las cámaras de seguridad del hospital que me
                                                                                                      envió uno de los compañeros médicos. Por último, también les conté que


                                                                                                      Regreso al Indice                                      21
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