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LA VIDA DEL INTERNADO
“Si quieres ser feliz, establece una meta que dirija tus pensamientos,
libere tu energía e inspire tus esperanzas.” Y es así como luego de haber
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transcurrido cinco años entre libros, aulas y maestros, llegó el momento
de unir los conocimientos adquiridos en la facultad, con las dolencias y
necesidades de cada paciente; pues este periodo es decisivo en la vida de
un médico, me refiero al Internado, ya que en él, se elige la especialidad
a la que, en lo posterior, se le dedicará noches de insomnio y continuas
desveladas; tiempo en el que también se construirá amistades que perdu-
rarán en el futuro.
En mi caso estuvo lleno de nuevas experiencias, dado que salí de
mi ciudad natal, para transitar este camino, situación similar en algunos
casos de compañeros de viaje. Momentos que se debatían entre la sed
de conocimiento y las interminables listas de pendientes en cada pase
de visita, matizados con tristezas y alegrías. Además, antes de vivirlo,
ya había formado una familia a quienes tuve que dejar para completar
la preparación académica; fue una decisión complicada, pero al mismo
tiempo decisiva para el futuro profesional, y de ellos, obviamente. Quito
fue el destino, y uno de sus más importantes hospitales me acogió para el
efecto, lugar al que le debo mucho de lo que soy; no obstante, la soledad
también se presentó en varios pasajes de ese año, extrañando a los míos
todo el tiempo.
Llegó el gran día, el momento de iniciar, lleno de incertidumbre y
curiosidad, que fueron opacadas por comentarios como “Vienen de lejos
a quitarnos las plazas”, “Los de aquí son mejores” y similares. En fin,
eran pequeños desafíos a superar para que no se convierta en el infierno
que podía ser si me dejaba ganar; sin embargo, al ser cuencano, a los qui-
teños les causaba fascinación y risa mi tono de voz, el mismo que supe
aprovechar, además de las expresiones propias de mi tierra, para generar
vínculos que me permitan llevar el día a día de mejor manera, sirvién-
dome de impulso para continuar y dar lo mejor de mí a los pacientes.
¡Garota! 2
Recuerdo que, luego de extenuantes guardias, junto a los jefes de re-
sidencia y amigos, hoy todos colegas, íbamos a desayunar a mi departa-
mento, ventaja para mí al ser “de provincia” y vivir solo, lo que afianzó
los lazos ya descritos. Aquel tan preciado hospital fue una excelente es-
cuela de conocimiento en el que impartir y promover valores, era funda-
mental a la hora de estar frente al paciente.
1 Frase de Andrew Carnegie, empresario y filántropo escocés.
2 ¡Buenísimo! Expresión idiomática de Cuenca que significa bueno, bonito y similares.
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