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en la noche, lo primero que hice fue abrazar a mi madre, para de manera gustiados en alegres al recibir las medicinas que esperaban o la atención
inmediata llorar en sus brazos, sin control, buscando consuelo ante lo que requerían. Más de uno nos agradeció por la tarea que cumplíamos, lo
vivido horas atrás. Es que al elegir esta carrera lo único en lo que pen- cual fue gratificante al máximo y nos sirvió de impulso constante durante
saba era en salvar vidas, aliviar dolores, atender con calidad y empatía, las cuatro horas que estuvimos en aquel lugar. Al terminar, un par de
pero no fue hasta ese día que entendí que también hay momentos en los ellos se acercaron a brindarnos jugo para recuperarnos, estuvo delicioso.
que la muerte es más fuerte que cualquier esfuerzo máximo, en los que Sin embargo, faltaba un último paciente al que tendríamos que visitar,
habiendo hecho todo, no es posible lograr el objetivo. Son grandes lec- entonces seguimos con el recorrido, al que la lluvia acompañó. “Ojalá no
ciones para valorar el presente. nos pase nada más” pensé al momento de arrancar.
Pero claro, también están los triunfos y los logros, aun cuando el ca- La visita se realizó sin inconvenientes pese a la distancia recorrida,
mino para conseguirlos sea toda una aventura. Sucedió durante la pan- como la dificultad atravesada para llegar. ¡Lo habíamos cumplido! y
demia de la Covid19, ya cursando el año de servicio rural, que también era momento de regresar, con un larguísimo viaje por delante, pero no
resulta inolvidable y única precisamente por dicha situación mundial y terminó ahí. Otro condenado hueco apareció y de nuevo para adentro.
toda la revolución que significó porque de un momento a otro todo lo que ¿Qué más podría suceder? En todo caso, luego de la risa nerviosa que
era, no fue más. se apoderó de nosotras, ante el esfuerzo de la compañera que conducía,
pudimos salir sin necesidad de empujarlo o de repetir el evento de horas
Ocurrió en una lejana comunidad, en la que sus habitantes se acer-
caban al centro de salud a recibir atención, pero dada la emergencia sani- previas. No se veía nada. Con la enorme satisfacción del deber cumplido,
taria y todas sus condiciones, correspondía que suceda al revés; es decir, comimos lo que habíamos preparado para el camino, lo que convirtió
que una brigada se traslade a atender y entregar medicamentos, ya que los al retorno en una situación llevadera, por sobre el cansancio y todos los
ciudadanos con el toque de queda y la ausencia de transporte no podían eventos que esta aventura presentó. Para cuando pisamos el centro de
movilizarse. Fui parte de ella junto a tres mujeres más, todas de baja es- salud, el sol ya se había ocultado.
tatura y contextura delgada. Más tarde en casa, ya acostada, reviví todos y cada uno de los mo-
Con el equipo de protección adecuado y los materiales listos, par- mentos de aquel ajetreado día, sonreí, y ratifiqué que no cambiaría a esta
timos en la mañana desde el centro de salud. Viaje que resultó más largo profesión por ninguna otra; la elijo una vez más y seguiría haciéndolo
de lo esperado por varias cosas que paso a comentar. Primero, el mal cuantas veces fuera necesario, porque no hay mejor sensación que el
estado del camino, lleno de huecos, como consecuencia del clima que ha ayudar a otra persona a calmar su dolor.
generado dicho deterioro. Y sí, caímos en uno de los grandes y la camio- A las dos historias las atesoro con gran cariño, porque representaron
neta se apagó. Tras varios intentos de encenderla, cosa que no sucedió, grandísimas e inolvidables lecciones de vida.
nos dimos por vencidas. Sin casas alrededor y con inexistente señal te-
lefónica, algo más tendríamos que hacer. Nos propusimos empujar para
sacarla de donde estaba, lo cual fue imposible. Autora: Md. Daniela Simbaña Pilataxi
De golpe, un vehículo se acercaba, y con él nuestra oportunidad de
salvación; por lo tanto, obstaculizamos su paso y le pedimos ayuda a su
conductor, quien temeroso, asustado y sorprendido aceptó nuestra pe-
tición. No pasó de eso porque tampoco lo conseguimos con él; sin em-
bargo, y casi de inmediato, un escándalo: ¡Motocicletas! Repetimos el
proceso y sus pilotos, más el señor del otro auto, y nosotras ahora sí lo
logramos. ¡Qué alivio! Ya que el alma volvió al cuerpo. Tres horas más
tarde llegamos al destino, en el que fuimos identificadas rápidamente por
sus habitantes, quienes se acercaron veloces y nos rodearon. Les recor-
damos sobre el obligatorio distanciamiento y les dimos nuestra palabra
de que todos serían atendidos, pero de manera ordenada.
Uno por uno desfiló ante nosotros, transformándose sus rostros an-
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