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AQUEL PRIMER DÍA
Cuando iniciamos medicina, cada pequeño paso que vamos dando
nos causa júbilo: la primera vez que usamos nuestro uniforme de exter-
nado, las visitas a la comunidad, luego hospitales y consultas. Toda esta
serie de escalones nos forma para el momento en el que estamos solos
frente al paciente. Lo curioso de la medicina y lo más apasionante, es la
continua actualización, lo que hoy aprendiste, mañana cambia, somos
estudiantes eternos.
Existen hitos en nuestra carrera que nos marcan, nos van moldeando,
y en ellos vamos demostrando de que somos capaces. El internado…
compuesto por momentos de alegría, cansancio extremo, miedo, tristeza
y gratificación. Cuando realicé mi internado ingresamos únicamente
cuatro compañeros, son cinco servicios por lo tanto rotábamos solos.
Mi primer servicio fue medicina interna, siempre me han gustado las
materias clínicas por lo que de alguna manera me sentí afortunada. Estaba
con mi uniforme, mi mandil, que en ocasiones sentía que me quedaba de-
masiado grande, un canguro que hacía las veces de bolsillo mágico, había
guardado todo lo que consideraba importante.
Mis compañeros de servicio ya iban la mitad de la rotación allí, así
que preguntaba incesantemente acerca de los procedimientos y respon-
sabilidades dentro del mismo. Era momento de realizar la toma de la
glucosa a todos los pacientes diabéticos y registrarlos respectivamente,
entonces me ofrecí a realizar todas las mediciones. Cuando regresé, la
médico residente estaba rodeada de todos mis compañeros, explicándoles
ciertas cosas de electrocardiograma. De pronto se levantó y me preguntó
si tenía saturador, el cual saque prontamente. Me explicó que una pa-
ciente estable que había terminado su diálisis hace tres horas todavía se
encontraba allí y que la ambulancia iba a tardar aproximadamente otras
tres horas más en poder trasladarla al hospital, por lo que había hablado
con los familiares quienes poseían vehículo propio. Me pidió fuera con
ellos y acompañara en el traslado: “es una paciente estable, te mando el
oxígeno portátil y una bigotera, más para tranquilidad de los familiares,
le pones medio litro, le vienes saturando en el camino y si hay desatu-
ración le vas ajustando el oxígeno” me indicó. Pues sonó bastante sen-
cillo, así que me fui con los familiares. En el camino conversamos cosas
triviales, una de las primeras preguntas fue cuánto tiempo llevaba traba-
jando en el hospital. Pensé que si decía que era mi primer día ellos darían
la vuelta inmediatamente, por lo que dije que iba trabajando seis meses.
Llegamos al centro de diálisis y salió un hombre muy alterado que
discutió con sus parientes por acudir sin la ambulancia. Permanecí lejos
unos minutos y como vi que las diferencias estaban lejos de solucio-
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