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narse me acerque con paso decidido y le pregunté cuál era el problema;   hospital, había llegado séptica con necesidad de reintervención urgente y
 el hombre, moderando su tono de voz, me explicó que su esposa estaba   posterior ingreso a UCI.
 muy delicada y que le parecía riesgoso que no fuera una ambulancia por   Todos los días vi a su esposo propiciarle todos los cuidados nece-
 ella. Lo tranquilicé al explicarle que se encontraba estable, que había lle-  sarios, le ayudaba a vestirse, le cepillaba el cabello, insistía en que se
 vado el oxígeno que era la única requisición posible, y que la ambulancia   alimentara, era frecuente encontrarles tomados de las manos en una con-
 tardaría entre dos a tres horas en llegar y estábamos a pocos minutos del   versación íntima cuando entrabamos al pase de visita. Ellos no tenían
 hospital, pues Riobamba es una ciudad en la que todo queda relativa-  familiares en Riobamba y tampoco tenían los medios económicos para
 mente cerca aún. Transportarla en ese momento era la mejor opción para   que él se quedara en un hotel, aunque creo firmemente que de haber po-
 comodidad de la paciente y un monitoreo intrahospitalario más pronto,   dido igual hubiese buscado una excusa para dormir junto a ella. Pasaba la
 lo dije con seguridad, sin titubear, entonces el hombre fijó sus ojos en los   noche en una cobija colocada en el suelo a los pies de su amada esposa.
 míos: “Doctorita, mi esposa acaba de pasar quince días hospitalizada
 en UCI después de dos cirugías, yo pongo en sus manos la vida de mi   Nunca he sido buena para recordar los nombres, de hecho, tengo com-
 esposa”.      pañeros con quienes compartí unos cuantos semestres durante mi forma-
               ción médica, puedo identificar sus rostros, pero no sé cómo se llaman; sin
 De pronto sentí un escalofrío y una corriente eléctrica recorrió toda   embargo, no he olvidado y jamás olvidaré el nombre de quien considero
 mi columna vertebral, le dije estar al tanto del caso y que para mayor   mi primera paciente.
 seguridad me comunicaría en ese momento con la residente. Pues no, no
 estaba al tanto de esos detalles, cometí el error de no revisar la historia   De ella recibí ese primer gracias sincero. Es uno de los mejores re-
 clínica. Solo tenía en mis contactos el número telefónico de un compa-  galos que obtenemos los médicos, y la vi salir el día de alta, llena de
 ñero y tras varios intentos fallidos de comunicarme con él, sin respuesta,   vitalidad con muchas ganas de retomar su cotidianidad. Por ella sentí la
 regresé donde los familiares y les informé que todo estaba en orden.  primera vez la asfixiante responsabilidad que tenemos los profesionales
               de la salud por la vida de los pacientes; además, presencié ese amor sin-
 Entré al centro de diálisis y me acerqué a la enfermera, con cierta   cero, que estuvo en las malas, en la enfermedad y que siempre roba un
 ansiedad le pregunté los signos vitales y si había alguna anormalidad;   suspiro y una tímida sonrisa.
 ella, sin levantar la vista de sus registros, me dijo que todo estaba bien
 y que ya me daban una silla de ruedas. Subimos a la paciente al carro,   Por otra parte, con la lección aprendida, jamás dejé de revisar una
 le coloqué la bigotera, coloque litro y medio de oxígeno para que sature   historia clínica y enterarme del caso por completo, así sea por algo sen-
 más de noventa e iba realizándole preguntas. Había momentos en que no   cillo que se me pedía o fuese el mismo tratante quien lo solicitaba. Ese es
 sabía si colocarle el oxígeno a la paciente o a su esposo.  un error que no se puede cometer y yo lo viví. Si hubiese habido alguna
               complicación, la información completa del caso es determinante al mo-
 Por fin llegamos al hospital, la dejé en su habitación, revisé las indi-  mento de tomar una decisión en el manejo clínico.
 caciones de la historia clínica, y las cumplimos con una enfermera que
 también cumplía su internado. Cuando terminé de colocarle el brazalete   Así fue mi primer día que inició con mi primera guardia, en la que
 a la paciente me miró, sonrió, su mano estaba cálida, me dio un apretón   estuve a cargo de mi primera paciente, en el cual obtuve mi primera gran
 y me agradeció. Su esposo se acercó, me pidió que lo disculpe si se portó   enseñanza. El primero de muchos, en los que he tenido infinidad de senti-
 impertinente en algún momento, pero estaba muy preocupado. Sonreí,   mientos, logros, fracasos, aprendizaje constante y de los que siempre me
 le dije que lo peor había pasado y que íbamos a cuidar de ella lo mejor   siento ávida por tener.
 posible. Al salir de la habitación noté que yo seguía taquicárdica, sentí
 ganas de acercarme a la doctora y reprocharle el haberme enviado a re-
 tirar a una paciente que había salido de una estancia prologada en UCI   Autora: Md. Soledad Moncayo Mejía
 hace un par de horas, pero bueno, yo era la interna y no era buena idea
 iniciar con discusiones mi primer día, así que guardé silencio.
 Pasó en el servicio una semana más, en ese tiempo supe que tenían
 25 años de matrimonio y tres hijos a quienes les habían dado educa-
 ción completa. Su esposo acababa de jubilarse y ya vivían solos los dos.
 Aparentemente hubo una complicación en una colecistectomía en otro
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