Page 35 - Visiones de Alejandria | 3ra edicion | Editorial HL 2019
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Editorial HL | Literatura Moderna


                  Así lo acepte, no sin antes decirle que si no iba conmigo, yo tampoco iría con él.



                  Así de fácil le comente poco después de que con su magia hiciera llegar un camello


                  cargado de manjares solo para mí, los cuales, claro, comí en su presencia, mientras el

                  me miraba y se deleitaba con la manera en que me entregaba a su dulce amabilidad.


                  Sin duda me inspiro tanta confianza que no dude en dejar el ego y comer como un


                  animal, embarrándome la cara, pecho y dedos con los manjares, aún recuerdo la grasa

                  del cordero bien preparado que saque de uno de los bolsos del camello prestidigitado


                  por mi amigo, totalmente mejor que los que había comido jamás, sin olvidar las frutas


                  de colores verdes como semáforos que al morderlos derramaban miel más fresca que

                  hielo con saborizante en verano.



                  Fue  tan  delicioso,  que  no  pude  entender  a  mi  amigo,  como  siendo  tan  poderoso  y


                  mágico, no comía ni siquiera un taco, como dicen los mexicanos.



                  De tal forma que después de jugar con el camello, contar algunas historias y analizar al

                  que me dijo era el hijo de dios, decidí decirle con toda franqueza:




                  -Te odio, quiero que sepas que te odio, porque amas el poder.


                  -Veras, yo antes también lo ansíe, pero no fue hasta que te conocí, que decidí soltarme


                  y disfrutar la comida, tú me has dado una lección, pero eres ególatra, quiero que sepas


                  eso. Por lo cual me niego pensar que tú eras solución a mis problemas. Lo admito, eres

                  más real que los dioses de mis abuelos, pero yo Elyon, no puedo serte leal si no te


                  quedas conmigo a disfrutar y te vas.



                  Debes saber que a mis ojos, así de ciegos como están ahora, eres un mortal y yo un


                  general de la poderosa Roma, escucha bien mis palabras.




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