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venga este "reino", y hasta para que sea "desolado". Por otro lado, quiere, sem-
brar en las nuevas generaciones, con la más completa libertad, la más austera
reserva en la creación de sus normas de vida y el respeto más religioso para
cuantas sinceras convicciones consagra la Historia.
Pretende aflorar el interés de sus alumnos hacia una gran cultura general, múl-
tiplemente orientada; procura que se asimilen aquel todo de conocimientos
(humanidades) que cada época especialmente pide, para construir luego en
ella, según les sea posible, una educación profesional de acuerdo con sus ca-
pacidades y vocación, elegida más a conciencia de lo que es uso; tiende a
formarlos para ser en su día científicos, literatos, abogados, médicos, ingenieros
industriales...; pero sobre eso, y antes que todo eso, hombres, personas capa-
ces de tener un ideal, de gobernar con sustantividad su propia vida y de
crearla mediante la grata asociación de todas sus facultades.
El termino Escuela Nueva se hace referencia a todo un conjunto de principios
que aparecen a finales del siglo XIX y se asienta en el primer tercio del siglo XX
como opción ante la enseñanza tradicional. Estos principios provinieron gene-
ralmente de una nueva comprensión de las necesidades de la infancia. La Es-
cuela Nueva considera un modelo didáctico y educativo totalmente diferente
a la tradicional: va a transformar al niño en el centro del proceso de ense-
ñanza y aprendizaje, lo que se ha nombrado paidocentrismo, mientras que el
profesor dejará de ser el punto de referencia fundamental, magistrocentrismo
para transformarse en una figura dinamizadora de la vida en el aula, al servicio
de los intereses y necesidades de los alumnos.
La Escuela Nueva aparece en Europa en un contexto histórico adecuado, ya
que sus principios educativos, su metodología y su práctica escolar encajan a
la perfección con el modelo de enseñanza que necesitan y quieren las nuevas
clases medias, ya formadas como las fuerzas más modernas y progresistas de
una sociedad que empieza una gran etapa de cambios y progreso en cam-
pos tan diferentes como el político y social o el industrial y tecnológico.
La llegada de la Segunda República significó la creación de un sistema político
que tuvo en la educación uno de sus pilares fundamentales, tanto por la
comprobación del abandono en el que estaba, como por la necesidad de
proponer en la práctica grandes cambios en un sentido progresista, dentro de
un proyecto más grande de creación de un Estado del bienestar, al pensar que
la educación es como un motor de transformación social, partiendo, eso sí, de
los movimientos de renovación pedagógica que se habían iniciado con
la Institución Libre de Enseñanza. Tres políticos se destacaron en el impulso a la
educación: los ministros Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos, que
ocuparon la cartera de Instrucción Pública, y Rodolfo Llopis, director general de
Primera Enseñanza.
En el nivel universitario se plantearon menos reformas. Una de las más destaca-
das fue la regulación de la cuestión de las reclamaciones de los alumnos a las
calificaciones. La República creó la Universidad Internacional de Santander.
La venida del centro-derecha al poder en el año 1933 propuso importantes
cambios del proyecto progresista educativo del bienio reformista, en la línea de
lo que se ha nombrado “contrarreforma”, en un sentido conservador. La coedu-
cación fue eliminada en primaria, aunque se intentó que dicha prohibición se
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