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canción del sol negro, con tristeza y con dolor:
                  ¡Ay de nosotros!
                  Negro brilla el Sol.
                  Su luz cubre la Tierra con tristeza.
                  Sus rayos presagian la muerte.
                  ¡Ay de nosotros!
                  No regresaron los guerreros,
                  Cayeron en la batalla sobre el Gran Río,
                  los arqueros y los exploradores,
                  los hondistas y los lanceros.
                  ¡Ay de nosotros!
                  Negro brilla el Sol.
                  La oscuridad cubre la Tierra.
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                  El avance de
                  los recolectores de caucho
                  La paz en la frontera oriental del imperio duró poco tiempo. Apenas quince años
                  después de la terrible guerra en las zonas bajas del Gran Río. los Blancos
                  Bárbaros se habían recuperado de sus pérdidas. Prepararon un nuevo ataque
                  sobre el Gran Bosque. Desde Manaus, que es como llaman a su ciudad más
                  grande, avanzaron en un amplio frente hasta las zonas altas del Gran Río. del Río
                  Rojo y del Río Negro. Y una vez más, venían impulsados por su insaciable
                  avaricia. Los Blancos Bárbaros habían descubierto el secreto del caucho.
                  Mi pueblo ha conocido el secreto de la cauchera durante miles de años. Nuestros
                  sacerdotes se sirven de su savia para preparar medicinas y venenos. También la
                  utilizan para preparar los colores de las pinturas de guerra y para la construcción
                  de casas. Pero mi pueblo respeta las leyes de la Naturaleza. Recoge solamente
                  pequeñas cantidades de caucho, que es la forma como los Blancos Bárbaros
                  denominan a la savia de los árboles. Mi pueblo evita todo aquello que pueda poner
                  en peligro la vida de los bosques.
                  Sin piedad, los Blancos Bárbaros trajeron la destrucción de la Naturaleza. Enviaron
                  cientos de miles de hombres a la inmensidad de las lianas, empujados por la
                  promesa de la riqueza fácil y protegidos por las armas de sus caudillos. En un
                  corto período de tiempo, el país antiguamente fértil se vio convertido en un
                  desolado desierto. Este renovado avance de los Blancos Bárbaros era más
                  peligroso para Akakor que sus campañas cien años antes. Entonces se habían
                  contentado con un rápido botín. Ahora se quedaban en los bosques, se
                  establecían y cultivaban la tierra. Las tribus salvajes tuvieron que huir.
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                  Aquellas que permanecieron fueron asesinadas por los recolectores de caucho o
                  mantenidas prisioneras como animales en grandes empalizadas. Se extendió una
                  gran desesperación. Como los Blancos Bárbaros no conocen la luz de los Dioses,
                  la superficie de la tierra se oscureció.
                  El segundo avance de los Blancos Bárbaros sorprendió a los Ugha Mongulala que
                  vivían en la planicie elevada del Mato Grosso y en la frontera boliviana. Eran éstos
                  los mas antiguos territorios tribales de mi pueblo. Aquí habían vivido nuestros
                  antepasados desde la llegada de los Dioses 15.000 años antes. Ante el avance de
                  los recolectores de caucho y de los colonizadores, los guerreros se vieron
                  obligados a retirarse. Ni siquiera el grueso del ejército de los Ugha Mongulala
                  habría sido capaz de contener a los Blancos Bárbaros. Éstos llegaron en enormes
                  cantidades. Sus capitanes portaban armas muy poderosas y superiores. De modo
                  que el consejo supremo decidió establecer una nueva frontera del imperio en la
                  Gran Catarata situada en las colinas al pie de los Andes. Aquí los Ugha Mongulala
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