Page 24 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
P. 24
20 R. CÚNEO - VIDAL
siguiente una personalidad y una responsabilidad humanas de
que debiesen preocuparse los teólogos de sus graves concilios.
Fué menester que un papa español—Alejandro YI—resolvie-
ra el punto en un sentido de igualdad humana.
Es de necesidad declarar lo inaceptable de una prevención
semejante, la cual, de admitirse por más tiempo, desvirtuaría la
noción fundamental de la solidaridad material y moral del globo
y dejaría sin explicación posible el fenómeno, lógico en sí, de las
civilizaciones americanas: su nacimiento, sus translaciones inevi-
tables en un sentido dado, y sus períodos de benéfica fructifi-
cación.
No cabe sino retener, como cosa averiguada, que la vieja ley
que dió rumbo a las civilizaciones del mundo clásico, rigió de
igual manera en el moderno; razón por la cual en determinado
momento del calendario inmemorial de América, un germen cul-
tural concebido a orillas del Atlántico, en la que por entonces fué
extremidad oriental de nuestro continente, cruzó, a impulsos de
un ritmo civilizador, el continente americano cuan ancho él es,
de Oriente a Occidente, hasta aportar a determinado paraje de
la altiplanicie de los Andes, en donde medró, a modo de árbol
frondoso del cual fueron retoño, cada cual en su debida sazón,
Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco.
La civilización primordial que decimos, típicamente monta-
ñesa por el lugar en que se manifestó, fué la primera civilización
americana digna de tomarse en consideración.
Ella fué la de Tiahuanaco, a cuyas gentes aplicamos el nom-
bre de protocollaguas o protocollas.
Pensar, como hasta aquí se ha hecho, que la dicha civilización
a la cual le cupo ejercer en el continente americano un influjo
parecido al de las grandes civilizaciones asiáticas, africanas y euro-
peas en el viejo mundo, haya podido nacer in situ, por obra del
azar, a manos de un puñado de hombres desconocidos, cuyas apti-
tudes no tuvieran que ver, subsidiariamente, con la de las res-
tantes estirpes primordiales del mundo, es cosa que se deberá des-
estimar en adelante, como no filosófica, no histórica y no racional.