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no está beneficiando al mundo, y tiene otra opción donde le pagan
mucho menos, pero puede hacer algo muy bueno por la humanidad,
uno escoge el segundo.
4. Ofrecemos todos los frutos de nuestras acciones a esta misma causa,
o sea, a iluminarnos y a servirle al mundo. Aunque constantemente
deberíamos hacer todo con esta intención y ofrecer los frutos que
obtenemos a esta causa, una práctica muy buena es hacer todas las
mañanas algún ritual devocional (algo como lo que mencionamos
en el Apéndice 1 donde hablamos de la práctica espiritual) donde
expresemos y recordemos nuestra intención superior. Podría ser con
una frase como: “Por la liberación del alma y el bienestar del mundo”.
Y por la noche podríamos ofrecer mental y concretamente todos los
resultados por nuestros actos. Algo concreto sería por ejemplo, si
alguien nos hace una donación, reinvertirla en algo que nos ayude a
iluminarnos y a servirle al mundo de la forma más eficiente. Cuando
hacemos esto, los frutos que obtenemos de todos nuestros actos son
prasad (gracia de Dios) o sea, lo mejor que nos puede pasar para
nuestra evolución.
5. Estamos conscientes de que no somos ni el que hace las cosas,
ni el que las disfruta. Sentimos que somos un instrumento en las
manos de Dios. Como el lápiz en las manos del poeta. Estamos
conscientes de que para que algo ocurra, el mundo entero se tiene
que sincronizar para apoyarnos. Para que un proyecto tenga éxito,
como por ejemplo una escuela de yoga, se tienen que sincronizar
muchas fuerzas: los profesores tienen que estar saludables,
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