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LÁGRIMAS DEL CORAZÓN

                  tierra. Para cada uno de nosotros el futuro tiene preparada la
                  noche de la muerte, cuya mañana será el Día de la Resurrección.
                  Debemos recordar que todo lo que está relacionado con el
                  cuerpo se descompone inevitablemente, y todo lo que realizamos
                  en este mundo entrará en nuestra cuenta en el Otro Mundo.
                  No se puede hacer el viaje espiritual desde el mundo de las
                  sombras al mundo de las verdades eternas a no ser que la mente,
                  apremiada por los dos misterios –el da la vida y el de la muerte,
                  se de cuenta claramente del significado de esta vida y acorde con
                  esta consciencia ponga orden en su vida.

                      El tiempo y el lugar para realizar buenas acciones que
                  den frutos en el Otro Mundo es aquí y ahora. Es evidente que
                  nuestro tiempo tiene su límite y que por lo tanto, hasta donde
                  nos sea posible, deber ser empleado en hacer el bien. El tiempo
                  se parece al jabón mojado –es difícil sostenerlo en la mano ya que
                  siempre se nos escapa. También es como una espada. Hace falta
                  mucha habilidad para controlarlo de forma efectiva. Su buen uso
                  requiere una preferencia por el bien mientras nos sometemos a lo
                  que es más elevado. Es algo que toda mente que haya alcanzado
                  la Verdad añora y espera. El Mensajero de Allah (r) dijo: “Los
                  que aplazan sus buenas acciones serán destruidos.”
                      Es sumamente irónico que el ser humano, que viene a este
                  mundo por un corto periodo de tiempo, se auto-engañe hasta
                  este punto. Aunque cada día es testigo de funerales, siempre
                  piensa que su encuentro con la muerte es cosa de un futuro muy
                  lejano. En su confusión, llega a creer que es el dueño verdadero
                  de algo que solamente es un depósito que su Creador le puede
                  quitar en cualquier momento. De hecho, un ser humano, al
                  recibir el cuerpo para poder estar en este mundo se convierte,
                  aunque siempre procura olvidarlo, en un viajero hacia la muerte
                  irrevocable. Al llegar el momento predestinado, su nafs se separa
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