Page 183 - Pacto de silencio
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contrarios a la tesis oficial de que fue el aceite de colza el que provocó el síndrome
           tóxico, por haber sido rehabilitado en su cargo de subdirector del Hospital del Rey. La
           orden, firmada por el subsecretario de Sanidad, pone las cosas en su sitio y restituye
           el buen nombre del científico». Mas no solamente el buen nombre hace al científico.

           Lo suyo es la investigación, y eso es lo que se le ha querido impedir al Dr. Muro por
           todos  los  medios  posibles.  Primero,  destituyéndole  de  su  cargo  cuando  estaba
           encauzando correctamente la averiguación de lo sucedido. Luego, «cuando he pedido
           equipos, no se me han dado», se lamentaría, y: «a mí, quería deciros también, no nos

           han dado, como comprenderéis, nadie, ni cinco céntimos; los gastos han corrido todos
           a nuestro cargo, nos ha costado mucho dinero, independientemente de disgustos». A
           sus  colegas  les  dijo  en  el  Ministerio  de  Sanidad,  a  finales  de  1981:  «Hasta  ahora
           hemos ido siempre con zancadillas, como por ejemplo, ese informe que se nos tardó

           en  dar  cerca  de  tres  meses,  cuando  se  nos  podía  haber  dado  en  24  horas,  porque
           además estaba redactado. Pero como éramos unos proscritos de la Administración, el
           funcionario dice que no nos lo hacía». Etc., etc. Y acabaría lamentándose: «Yo soy
           loco certificado: en una rueda de prensa se dijo que yo estaba loco nada menos que

           por el ministro del ramo, por el secretario de Estado y por el director general de la
           Salud». (Se refería lógicamente a quienes ocupaban dichos cargos en 1981.)
               De la misma opinión fue en un principio el Dr. Fernando Montoro Jiménez, como
           ya queda dicho subdirector general de Establecimientos y Asistencia Farmacéutica en

           la época del ministerio de Ernest Lluch: «Yo no creía en Muro para nada. Yo creía
           que Muro estaba loco, como decía todo el mundo. Y de pronto me di cuenta que, de
           loco nada ¡eh! Que los estudios epidemiológicos que había hecho Muro eran los más
           serios de este país, los más serios». También me añadiría que «Muro ha tenido unos

           aciertos que no ha tenido nadie: es para hacerle un monumento», y «Muro me pareció
           siempre  una  persona  muy  inteligente,  muy  trabajador  y  muy  honesto».  El
           Dr. Montoro no titubeó un momento en afirmarme: «Al trabajo que ha hecho Muro

           no  se  le  puede  dedicar  un  cuarto  de  hora  como  en  una  reunión  de  la  OMS  se  ha
           hecho: hacen falta trece o catorce horas, y ver el trabajo de Muro. Muro ha sido una
           víctima». Y por si cabía alguna duda: «Era honrado de la cabeza a los pies: ojalá
           todos los españoles fuéramos como Muro.»
               Ojalá.

               En febrero de 1985 —dos meses antes de morir el Dr. Muro— Rafael Cid publicó
           en Cambio 16 una entrevista con el Dr. Francisco Martín Ramos, alto funcionario de
           la  Organización  Mundial  de  la  Salud  y  destacado  epidemiólogo  (es  un  P6:  en  el

           organigrama de la OMS, el nivel más alto de la especialidad), que está en posesión de
           la Orden del Mérito Civil de Sanidad, habiendo publicado 67 trabajos científicos y
           participado  en  113  conferencias  internacionales,  en  101  de  ellas  como  jefe  de
           delegación de la OMS. Después de afirmar que a él le parecía que la tendencia de las
           investigaciones realizadas por el Plan Nacional para el Síndrome Tóxico «ha ido más

           encaminada  a  buscar  un  responsable  que  a  encontrar  las  verdaderas  raíces  de  la



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