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LA PANDEMIA QUE NUNCA IMAGINÉ


                                            Por: Md. Edgar Patricio Juela Culcay

                  Cuando decidí estudiar la complicada, pero hermosa, carrera de Me-
               dicina pensaba que por más difícil que fuera un diagnóstico o una pa-
               tología, siempre existiría un tratamiento, o por lo menos, la manera de
               controlar una enfermedad o una epidemia; jamás me imaginé que alguna
               vez iba a enfrentar a una situación de salud tan extrema como la que nos
               ha presentado, en el mundo, el famoso Covid-19. Esta es mi historia.
                  Soy médico general, con conocimiento en funciones hospitalarias ya
               que trabajo desde hace dos años en un Hospital Básico de mi provincia.
               Comencé el año con muchas expectativas y metas deseando participar
               en varios cursos, capacitaciones para luchar por ingresar a un postgrado
               trabajaba con normalidad; sin embargo, todos estos planes se frustraron
               cuando a finales del mes de febrero de 2020, se informó a nivel nacional
               que había ingresado primer caso de Covid-19 a territorio nacional. De
               hecho, a final de 2019 ya se recibía noticias sobre los primeros casos en
               el mundo, situación a la que no tomé en cuenta, como todos, tanto por la
               lejanía como porque no traería mayor repercusión.
                  En el instante mismo que las autoridades anunciaron el primer caso en
               Ecuador, reconozco que tampoco me preocupé porque no pensé que los
               casos aumentarían dado que se tomarían las medidas necesarias para con-
               trolar la situación. ¡Qué equivocado estaba! Ante el desproporcionado
               crecimiento de los contagios y sus consecuencias, entendí que se trataba
               de algo muy grave, por lo que de inmediato conversamos en el núcleo fa-
               miliar al respecto, empecé a investigar sobre el tema, sin que haya abun-
               dante información científica relacionada, y lo que quedaba era poner en
               ejecución, y sin dudar ni un momento, las medidas de protección.
                  Al inicio, el  trabajo  sin novedades, pero las alertas  se encendían
               cuando los reportes de prensa indicaban que los casos aumentaban de
               manera acelerada en cada provincia ecuatoriana y como los hospitales
               colapsaban a la misma velocidad, muerte en todas partes, en la calle, en
               los domicilios, familias enteras. Si bien no teníamos casos en el hospital,
               la ansiedad y la preocupación se transformaron en cotidianos ingredientes
               del estado emocional de todos nosotros, haciendo énfasis en el personal
               de salud, tanto que recibimos preparación psicológica, en más de una
               charla de capacitación, para enfrentar lo que ocurriría en nuestra ciudad
               más temprano que tarde, de la mano de la redistribución de áreas físicas
               y dependencias del lugar, para dar la mejor atención posible, mitigando
               la posibilidad de contagio en el ejercicio de las funciones.

                  Hasta que los casos se nos presentaron y varios nos vimos obligados
               a tomar contacto con los primeros infectados. Mi primera vez sucedió

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