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cientice de lo que representaba infectarse por el nuevo coronavirus y con
               ello colabore a reducir los nuevos contagios que a diario se presentaban;
               muchas veces como ciudadanos olvidamos que detrás de cada profe-
               sional que expone su vida, su tranquilidad, su salud; existen familiares,
               amigos, hijos, que esperan su retorno y que también dependen econó-
               micamente de sus ingresos. Se vislumbraban días prósperos, llenos de
               logros profesionales, académicos, personales y familiares, pero esa paz
               se vio truncada a finales de julio en el que síntomas leves aparecían por
               primera vez; se habían tomado medidas adecuadas de bioseguridad, los
               equipos de protección personal eran indispensables; en muchas ocasiones
               adquiridos con recursos propios, pero necesarios para brindar atención y
               educación de calidad a los pacientes.
                  Su familia apostaba a un resfrío común pero por precaución acudió
               a  su  beneficio  de  seguridad  social,  recibió  sus  analgésicos  de  manera
               oportuna acompañando la prescripción de vigilancia  y reposo médico
               por cuarenta y ocho horas; con el pasar de las horas se evidenciaba leve
               mejoría, por lo cual descartó cualquier patología adicional; sin embargo,
               días después un nuevo síntoma era notorio: presentó anosmia (alteración
               del sentido del olfato) y se realizó un test diagnóstico con resultado po-
               sitivo, por lo que procedió a una prueba confirmatoria que días después
               reportó idéntico resultado.
                  A partir de aquello se instauró medidas de prevención (cerco epide-
               miológico, diagnóstico en contactos), el desarrollo de su patología fue en
               gran parte asintomática; su familia resultó también portadora del nuevo
               coronavirus,  los ingresos económicos  disminuían,  los ahorros cubrían
               gastos básicos, y todos confiaban en que sería una anécdota más supe-
               rada. Dos semanas después, cuando el ciclo de infección del coronavirus
               aparentemente estaba por culminar sus signos vitales se veían afectados,
               presentaba dificultad respiratoria, la fiebre era difícil de controlar, aunque
               poco notoria la cianosis era manifiesta y al acudir a una nueva valora-
               ción médica se confirmó su afectación posterior a la realización de una
               tomografía torácica, decidiendo su ingreso en una unidad de cuidados
               intensivos.
                  Era difícil imaginar que su manejo sería cada día más complicado, que
               la vitalidad previa poco a poco se perdía, que permanecer en una unidad
               crítica y pensar en la muerte complicaba la situación, hacía difícil el re-
               encuentro con sus seres queridos; pero a su cuidado permanecían todos
               los especialistas de la institución que deseaban su pronta recuperación.

                  Fuera del hospital, sus familiares esperaban pacientemente, existían
               días estables y días con pronósticos poco esperanzadores. Sin embargo,
               la oración muchas veces denotaba fortaleza y hacía más llevadera su vida,
               con el pasar de las horas se hacía evidente el abandono a sus trabajos;
               amigos organizaban actividades benéficas, colaboraban con alimentos,

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