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Fue una noticia inesperada, y de alto impacto. No la esperábamos pese
            a estar en primera línea. En lo personal, tanto el miedo como la angustia
            me invadieron, pues no sabía cómo iba a reaccionar mi cuerpo frente a su
            nuevo visitante, y tampoco qué pasaría conmigo. En un mar de ansiedad,
            aumentaba el sentido de culpa, puesto que luego de haberla atendido,
            continuamos al siguiente día con las mismas funciones para con quienes
            llegaron al servicio, sin saber que éramos posibles portadoras. No paraba
            de pensar, tenía en la mente cada uno de sus rostros y me preguntaba
            qué habría pasado con ellos, si los habré contagiado o no. A mi amiga le
            pasaba exactamente igual, una horrorosa sensación.
               Menos mal, desde el inicio de la pandemia, por el tema laboral, de-
            cidí aislarme de mi familia para no exponerlos ante el virus, así que esta
            lucha tenía que afrontarla sola, con mi perro, amigo fiel e incondicional,
            siguiéndome los pasos. Y aunque morir es parte de la vida, emocional-
            mente uno nunca está preparado, menos los seres amados. A pesar de
            estar lejos de casa, podía sentir la desesperación y frustración en la voz de
            mis padres y hermanos, en cada contacto telefónico o virtual, motivo por
            el cual fingía que estaba bien en lo emocional, para que ellos no colapsen,
            aunque por dentro era una avalancha de estrés emocional devastadora.
               Luego de tres semanas recuperé gusto y olfato; sin embargo, en mi
            torso apareció un rash  , se mantenían las artralgias intensas, que me im-
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            pedían realizar las actividades cotidianas de manera acostumbrada. Cua-
            renta días me costó recuperarme de los síntomas, pero me dejó secuelas,
            puesto que el cabello se me caía de manera excesiva.

               Ser médico durante la pandemia fue un reto en extremo complicado,
            que significó desarrollar fortaleza mental, para no caer en la depresión
            que podía ocurrir, fácilmente transmisible a la familia, de la mano de la
            desinformación que inundaba los medios de comunicación y al mundo
            digital. Para los familiares del personal de salud, los días se convirtieron
            en interminables jornadas de observación, espera y plegarias, esperando
            que, a los suyos, en el ejercicio de la profesión no les suceda nada grave;
            y por supuesto que ocurrió con varios colegas. Ya no era solamente un
            tema de vocación, sino también de valentía.















            1 El rash es una erupción cutánea que consiste en lesiones básicas que aparecen en la piel.
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