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trabajo apenas disminuía, era obligatorio mantener la atención ante cual-
quier arribo sospechoso o desconocido.
Solicité a mis superiores la respectiva dotación de insumos de pro-
tección y bioseguridad para el distrito, quienes a su vez lo elevaron a
la Coordinación Zonal, entendiendo que lo mismo sucedía en todo el
territorio ecuatoriano. Como coincidencia, de esas que solo pasan una
vez en la vida, mientras buscaba un documento de otro asunto, encontré
una vieja acta de una reunión con una empresa minera del sector, en la
que se había establecido los primeros pasos de trabajo conjunto en temas
de responsabilidad social. Fue el momento perfecto para contactarlos,
acordamos varias cosas, y así conseguimos por medio de ellos trajes de
bioseguridad y otros insumos necesarios, mientras se seguía el órgano re-
gular que rige el sector público para tener lo que se había solicitado. Esto
permitió ganarle “tiempo al tiempo” en esta batalla contra la pandemia.
Otros inconvenientes no se hicieron esperar. A diario llegaban ru-
mores sobre pacientes sintomáticos que habían ingresado a la población
a través de “puntos ilegales” fuera del control que habíamos establecido;
rumores que, como en toda ciudad pequeña, se regaban más rápido que
cualquier otra información. En pro de la salud púbica que por aquel en-
tonces protegía, decidí buscar a cada uno de aquellos ciudadanos, para
contrastar y verificar la información, con el fin de tomar las medidas
correspondientes. En algunos casos, no habían ingresado, mientras que
los que sí fueron verificados, no presentaban sintomatología, pero fueron
puestos en aislamiento domiciliario de manera preventiva, al menos hasta
que estuviera listo el centro que el municipio preparaba para los fines
pertinentes.
La paralización del transporte presentó dificultades, en relación con
el traslado de pacientes con enfermedades catastróficas, o con patologías
específicas, que debían ser derivados a entidades especializadas, desde
el centro de salud. Tal es el caso de uno de ellos, de escasos recursos
y con insuficiencia renal crónica, quien debía cumplir con diálisis tres
veces por semana. Decidí que el transporte de la unidad sea utilizado
para dicha movilización, lo cual sirvió en las primeras ocasiones, pero al
ser un recurso público debía justificarse como emergencia explícita, por
lo que luego, apelando a la comunidad, se lo trasladaba en transportes de
otras entidades o privados. Es que parecería, en el imaginario general,
que el Covid-19 eliminó a todo el resto de enfermedades, cosa que sin
duda alguna no es así.
Beneficiosamente, a nivel nacional se decretó que los municipios te-
nían la facultad de organizar su territorio, de manera autónoma y des-
centralizada, lo que permitió enfocar esfuerzos y distribuir recursos con-
forme a las específicas condiciones y realidad de cada población y sus
necesidades. Por lo tanto, se reforzó tanto el control en el límite cantonal,
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