Page 12 - Revista Parlante Digital. Número cero.
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World Press Photo,
World Repercussion
Por B. Elena C. G.
La curaduría fue cuidadosa de dejar las fotografías La historia que nos contó el pequeño cuadrito de
de naturaleza para el segundo piso, y había fotos texto era que el fotógrafo, Brent Stirton, se dedicó
preciosas, como una que retrata a las mariposas a plasmar la gran demanda del Cuerno de Rinoce-
monarca que le hacen honor a su nombre resistien- ronte que existe en Asia, gracias a las propiedades
do nevadas, u otra que juega con las sombras que medicinales que contiene. Por esto, las comuni-
produce el clima y de esa manera inmortaliza ani- dades locales se han dedicado a dar caza de estos
males en Hungría. Esas bellísimas fotos suelen ser animales, para poder mutilarlos y terminar su vida
las fotos de Naturaleza. a cambio de dinero.
Cuando sabía que faltaba una fotografía ganadora Un Rinoceronte Negro fue víctima de tales atroci-
de naturaleza al final de la exposición, no estaba dades. Un Rinoceronte Negro fue mutilado, ase-
preparada para lo que vi. Lo que vi fue la fotografía sinado y abandonado cual objeto inservible. Un
ganadora que pertenece a la subcategoría de histo- Rinoceronte Negro fue encontrado muerto, en-
rias. Una fotografía que en términos plásticos, era sangrentado, y fue fotografiado con maestría por
totalmente hermosa. Una fotografía que contiene Brent Stirton. Parecería que el Rinoceronte Negro
tal hermosura plástica y tal horror contextual, que lloraba, parecía que el Rinoceronte Negro se había
en suma fue para mí la más triste, la más fuerte, la vencido ante la crueldad del humano, a pesar de su
más impresionante, la más devastadora. gran fuerza.
Me permití llorar por las pobres almas que fueron capaces de cegar de esa manera la vida de un animal
tan magnífico; lloré por no poder hacer nada; lloré por quienes podían y no hicieron nada; lloré de ra-
bia, de tristeza y de frustración. Lloré. Yo quise derramar las lágrimas que él habría derramado, yo quise
derramar el dolor que todos deberíamos sentir. Desee entrar a la fotografía para poder abrazar el cuerpo
inerte y pedir disculpas al Rinoceronte Negro, deseaba rodear con mis brazos su piel áspera y fría, man-
charme de la sangre que todos tenemos en nuestras manos mientras suplicaba su perdón.
Al salir del museo Franz Mayer habían transcurrido solo unas horas en la Ciudad de México y las calles
parecían haber revivido un poco. Pero dentro del museo pasaron años, sucedieron muertes y cambiaron
vidas. Al salir del museo, el día se había nublado, como sucede en cualquier ciudad que suele ser gris.
Cuando salí del museo no pensé en las gotas de agua que comenzaban a caer, únicamente pedí perdón.
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