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EL DESASTRE INSTITUCIONAL
La revuelta es vuelta al pasado, anacronismo: eructo. Además, la revuelta
revuelve las cosas, las enreda y confunde: es una algarabía de empujones
y chismes. La revolución es fractura definitiva y nacimiento. Aniquila todo
a su paso y crea algo nuevo.
En Venezuela, con Chávez, no ocurrió ninguna fractura definitiva con el
sistema ni un aniquilamiento de las instituciones. Se mantuvo el eructo del
pasado, se revolvió, se enredó, y, en medio de una algarabía de empujones
y chismes, se pudrió el país hasta su colapso.
Lo único nuevo, lo verdaderamente revolucionario, fue la
institucionalización total y descarada de la corrupción y la ostentosidad.
Lo peor del capitalismo se confundió con lo peor del comunismo y surgió
el chavismo, esta vaina despelotada y chiflada que hoy nos caricaturiza y
abochorna.
¿Revolución Cartier o Gucci?
Me pongo muy exquisito cuando intento determinar si en Venezuela
padecimos una revuelta o una revolución. Sin duda, en términos políticos
y filosóficos, el chavismo fue una revuelta, un despelote totalitario; nunca
una revolución.
Pero el chavismo no tuvo nada de político ni de filosófico, fue un circo de
lujos y corrupción. En ese sentido sí fue una revolución, algo que rompió
con todo lo conocido en el pasado, uniendo, en su creación, lo peor del
comunismo y del capitalismo.
¿Cómo denominar esta contradicción política, esta paradoja histórica?
¿La Revolución Gucci? ¿La Revolución Cartier? ¿Armani, Dolce
Gabbana, Louis Vuitton? El acertijo podría ser resuelto exhumando el
cadáver del embalsamado. ¿Cuál de los doscientos impagables relojes se
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llevó al infinito de su corrupción?
EL DESASTRE INSTITUCIONAL ZAN DOKA