Page 46 - Libro Polotitlán
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Son más de 20 kilómetros que se internan en el municipio de San Juan, un área que debemos
            estudiar a fondo para contar con una protección puntual. Las ciudades ya no cuentan con
            áreas silvestres, por lo que estos espacios se han vuelto un verdadero santuario de especies
            que ya no pueden existir en las llanuras y menos aún en las selvas de asfalto.


            Hay momentos en que esta flora y fauna se ven amenazados por un descuido que pone en
            riesgo la existencia de estos espacios, uno de ellos ocurrido recientemente. Alrededor de 70
            hectáreas de la margen poniente del río San Juan fueron afectadas, por el uso y costumbre
            de quemar la meseta del ejido del Tejocote, cuando los pastos secos fueron incendiados ele-
            vando una cortina de humo con la  consiguiente contaminación a la atmósfera y la pérdida
            del control por los vientos tardíos que se presentaron los días 27, 28 y 29 de abril de 2016.
            Durante el incendio se levantaron flamas de más de 6 metros y, en algunos momentos, len-
            guas de fuego superaron esa altura. El viento es un gran precursor de flama cuando tiene
            yerba que hace las veces de un pabilo en una vela, lo demás es cuestión de inyectarle oxígeno.

            A este respecto podemos pensar que debemos cambiar usos y costumbres, tan solo este año
            2016, se registraron en el municipio más de 200 incendios en áreas rurales y urbanas. Ade-
            más debemos estar mejor preparados para detenerlos oportunamente. Lamentablemente,
            aunque pensábamos que el primer incendio estaba controlado, a la tarde del día siguiente
            volvieron a encender en el otro extremo del ejido, pensando que de una vez  quitaban lo seco
            que no les interesaba, de tal modo que el fuego buscó cómo bajar el cantil, y donde pudo,
            volvió a revivir el incendio en la ladera poniente. Entonces el personal de protección civil,
            policías, brigadistas y voluntarios, encendieron un contrafuego creando una brecha con lo
            que se apaciguó el incendio toda la noche, habiendo viento calma.


            Al día siguiente, al filo de las dos de la tarde el viento cambió y so-

            pló en sentido contrario, el fuego corrió con rapidez hacia la presa

            consumiendo todo a su paso hasta que se detuvo en el camino de la

            presa. Sentimos la impotencia de no poder defender la ladera.


            Qué aprendimos de todo esto: que un incendio puede ser devastador y adquirir grandes pro-
            porciones, que no se debe seguir quemando como antecedente al cultivo que se va a sembrar.
            También aprendimos que debemos hablar con los vecinos para que caigan en cuenta del per-
            juicio que le hacen al medio ambiente. ¿Cuántos animales murieron? ¿Qué consecuencias
            trae tanto humo a la atmósfera? ¿Cuánto tardará en recuperarse la flora y el suelo?

                                                                   Garzas blancas que visitan los tulares y la presa del Panal du-
                                                                   rante el día y en la tarde vienen a resguardarse a la barranca.


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