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CUENTO AMOROSO
ostengo que esta na- balcón, Manuel percibe la pu- sobre las estrébedes (sic) una
rración, “Cuento amo- reza del firmamento; vaticina sartén con aceite y espera a que
roso”, habla del lance que hará otro día bueno en las bulla; en tanto, corta pan para
de honor que acaeció olivas y que cundirá la recogida preparar picatostes. La madre
S en Villacarrillo por de la aceituna, si bien, el relen- descuelga la cesta que pende
estos mismos años del siglo te de la madrugada presagia la del techo y aparta varios panes
anterior; sus protagonistas, frialdad de la mañana; pero en que introduce en un fardel, de
personajes solapados en el re- cuanto el sol inicie el orto, se otro pan saca largas rebanadas
lato, son los legítimos actores enjugará la escarcha que haya que apoya en los arrimadillos,
que vivieron este drama y que dejado el rocío y los olivos, cerca de las ascuas. Inunda la
sufrieron la adversidad que aflorados, se desprenderán de cocina la simbiótica de los aro-
recoge el epílogo. Adorna la lí- la muselina blanca que los en- mas desprendidos por el café
nea principal del cuento, cómo cubriera. Dolores, la esposa, ya caliente, el aceite hirviendo y
era la forma de vivir y las cos- está en la cocina, encendiendo el pan tostado.
tumbres en las primeras déca- el candil de aceite que cuelga
das del siglo.
del techo; con la llama de la Jerónimo y Ramiro son los
humosa torcida la estancia se más jóvenes de los hermanos y
Era un adolescente cuando co- ilumina y con su parpadeo las se encargan de traer agua de la
nocí esta historia, fue de boca sombras se proyectan agita- fuente cercana. Cargados con
de un anciano que vivió los das. Ha llamado a Manuela, la un cántaro encaminan la calle,
acontecimientos; quedé fasci- única hija hembra del matri- casi a tientas; les sirve de refe-
nado por su testimonio, máxi- monio, tiene diecisiete años. rencia las parpadeantes lampa-
me cuando yo estaba impreg- Entre las dos mujeres aprestan rillas que iluminan una peque-
nado de la vehemencia amo-
12 rosa y romántica propia de la el avío para el desayuno y la ña capilla colocada en una de
merienda.
adolescencia. A pesar del paso las fachadas de la calle. A pesar
de la tempranera, ya hay otros
de los años seguí memorando De la espadaña del edificio del muchachos llenando agua. De
este cuento que guardé como Ayuntamiento, el reloj da las la taberna, junto a la fuente,
tal. campanadas de las cinco de la llega el olor dulzón a matala-
mañana. Manuel confirma la húva, esencia del aguardiente
Hace unos años, los descen- hora en el suyo de bolsillo y que consume la clientela.
dientes directos de aquellos va llamando a sus hijos. En la
personajes me aseguraron la chimenea, sobre los rescoldos Aún no se ha levantado An-
veracidad de la narración y que quedan de la pasada vela- drés. Su madre entra en el
ante esta aseveración yo la da, deja caer unas ramas secas cuarto y lo zarandea hasta des-
doy por autentificada; gran de olivo, las aprieta y sopla con perezarlo. Trasnocha mucho,
mayoría de sus hijos apenas fuerza hasta provocar la com- volvería pasada las once; los
han tenido conocimiento de bustión; al alzarse las primeras amores que se trae con Luisa,
lo que venía siendo un secreto llamas, las cubre con leña más “la Luna”, van a acabar con él,
de familia. Un punto de vista gruesa; la cocina se esclarece y piensa Dolores; esa muchacha
comprensible por el contexto queda inútil la llama del candil. le ha embelesado; no, si ha te-
temporal y también por el sis- nido buen gusto: es guapa y le
tema de valores que imperaba Dolores coloca la comida, co- pintan la cara varios lunares,
en aquellos años y en los pos- cinada la noche anterior, en tan bien colocados sobre la tez
teriores, cuestión que no des- dos barjas (sic) de esparto; en morena, que acentúan su atrac-
dice la punibilidad del hecho. el olivar, para que el guiso se tivo, pero también su influjo
caliente, bastará con arrimar el sobre los hombres; además es
Madrugada de enero; el cielo se puchero de barro a los rescol- trabajadora, no hay nada más
ha cuajado de estrellas titilan- dos dejados por las primeras que verla en la aceituna: es la
tes; su brillo propio, argentino, lumbres. Manuela acerca a la primera de su cuadrilla para
engaña y sugiere el parpadeo chimenea un puchero con café salir de la oliva con la espuerta
de infinitos faros. Asomado al y un cuenco con leche; deja llena. Pero Dolores se angustia
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