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 Las sagradas escrituras peruanas: Reflexiones de un joven de los 90
Todas las religiones tienen un manual o escrito otorgado por un Ente superior a un representante o elegido en la tierra para hacer valer el manuscrito. En la tradición cristiana tenemos a Dios entregándole los 10 mandamientos a Moisés, los que deben ser cumplidos y no modificados. En el Islam tenemos al Arcángel Gabriel entregándole la palabra de Dios a Mahoma, en el libro sagrado conocido como Koran que tampoco debe ser modificado. El abanico de sagradas escrituras incorregibles e irrefutables continúa con la Biblia, el Libro de Mormón, los libros canónicos del Budismo, Torá, Talmud, etc.
Imaginemos por un momento a un Sacerdote o devoto católico intentando modificar parte del antiguo o nuevo testamento, o peor aún , eliminarlo para escribir evangelios nuevos y adaptados a los nuevos tiempos. Sabemos que fueron escritos no por Dioses sino por hombres pero aun así esas pretensiones serian rechazadas por los religiosos.
Cuando en nuestro país se habla de cambiar la Constitución neoliberal para adecuarla a los tiempos y necesidades inmediatamente surgen aquellas voces conservadores que tratan a la Constitucion fujimorista como si se tratara de una versión moderna de la biblia o del Coran, que no puede ser reemplazada. Actúan como sumos sacerdotes que se oponen a los herejes que tratan de cambiar la sacrosanta escritura del 93 que favorece al Dios Mercado.
De aquí se desprende el llamado “Fundamentalismo de mercado” que es la fe exagerada en el laissez faire (dejar hacer, dejar pasar), entonces como vemos para muchos el (neo) liberalismo es casi una religión y la Constitución que ampara esa doctrina es algo tan canónico y sagrado como la sagrada Biblia.
Como lo dijo el Presidente Castillo “Acaso estamos condenados a vivir por el resto de nuestros días con esta constitución”, ningún ciudadano debería estar obligado a aceptar un documento que no fue elaborado por algún ente superior o sobrenatural sino por simples mortales como, fue la Constitución del 93 elaborada por representantes de la derecha conservadora como Martha Chávez, Rafael Rey entre otros, con una escasa participación de representantes de sectores populares.
La actual Constitución es desde ya, antidemocrática pues tiene el sello de fabrica de haber sido gestada detrás de un golpe militar y durante una dictadura.Tiene además una ley candado que impide su reforma total o parcial. Es decir fue elaborada para regir por toda la eternidad como si de las sagradas escrituras se tratara. Los acólitos del modelo Neoliberal demostrando su poca vocación democrática se oponen a que la ciudadanía apruebe o rechaze dicha Constitucion, teniendo en cuenta que los
Gerardo Pasache Medina era un jperuano norma. Nació comenzando los 90. Estudió en la Universidad San Luis Gonzaga de Ica. Era Ingeniero Pesquero y trabajaba en Imarpe. Este agosto infame un infarto se lo llevó , cuando había terminado de escribir las reflexiones espontáneas que transcribimos íntegras,
menores de 30 años nunca fueron consultados para la aprobación o rechazo de la carta magna en el referéndum de 1993. Los menores de 30 años tienen hoy la oportunidad de aprobar o rechazar una asamblea Constituyente que cambiaria las “sagradas escrituras peruanas” que tanto defiende el fundamentalismo derechista peruano.
La Sagrada Constitución de 1993 consagra la economía “social” de mercado que no fue más que un eufemismo para aplicar el neoliberalismo salvaje importado desde Chile ya que de “social” solo tiene el rotulo. El Estado no puede incursionar en la actividad empresarial porque las empresas públicas han sido satanizadas denigrando no solo al Estado sino a los profesionales que estudian Administración publica o trabajan en ella. Según los defensores de las sagradas escrituras peruanas, no importa que tan bueno sea un profesional, funcionario o administrador, las empresas públicas están condenadas a ser ineficientes e improductivas.
El artículo 60 dice que solo por ley expresa el Estado puede realizar “subsidiariamente” actividad empresarial aunque ya es conocido el coro de aquellos defensores del “Estado mínimo” cada que el Estado quiere incursionar en alguna actividad económica.
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