Page 26 - Ebook | Amanda la niña traviesa | 2020 Editorial HL
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Editorial HL | Literatura Moderna


                  La fórmula de sir Robert red Gaunlet no existía, solo era un invento mío para motivar a mi
                  hija y darle la oportunidad de aceptarse a sí misma y decidir su futuro. Yo esperaba que la
                  divinidad le concediera la oportunidad, pero no fue así.

                  Amanda sabía de magia, lenguas y religión, así que su muerte no puede ser considerada
                  como la de una niña normal, pues ella era un alma vieja, muy preparada en el espiritismo y
                  el mesmerismo, su ciencia favorita.

                  Entre sus exequias se encuentra un payaso con caja musical de cuerda, un rosario, una
                  carta con sus motivos  de suicidio, más un papel que ella misma se  robó de mi terrible
                  biblioteca. Pues verán, ella era la única alma en el universo sabedora de las formas para
                  entrar a mi sagrado recinto.
                  Resulta, que durante su última noche en la tierra ella se olvidó de mi autoridad, se decidió
                  a morir, tomó una cubeta de agua, preparó un charco en el jardín y entró a través de su
                  agua, saltando dentro, de esta manera entró, cayo dentro, revisó los libreros, subió unas
                  escaleras y por debajo de los libros de medicina, sacó un pedacito de papel hecho cuadrito
                  que yo había ocultado ahí hacía muchos años atrás, exactamente un día que ella estaba ahí
                  conmigo en su andadera. Apenas siendo una bebe. Amanda…

                  Lo sé, porque ese papel no lo había visto desde aquella vez que lo oculte frente a sus ojos
                  de bebita, pues su contenido se trataba de un conjuro simple, muy difícil de componer,
                  pero ya listo con tres estrofas definitivas con las cuales el que las lee en voz alta tres veces
                  se entrega y somete a un sueño y un posteriori mortis, falleciendo plácidamente, soñando,
                  manteniendo el control de la mente.

                  Era totalmente experimental. Pero Amanda lo volvió real.

                  Se  suponía  que  dicho  conjuro  yo  lo  había  investigado  y  compuesto  para  algún  caso
                  especial,  pero  nadie  sabía  de  su  ubicación  entre  la  colección  de  mi  terrible  biblioteca,
                  incluso yo no me acordaba ya mucho de él, ahí nadie entraba ni podía encontrarlo, solo
                  ella. Ahora recuerdo, viajo al pasado y la veo, ahí solita, Amanda observándome envuelto
                  en mis asuntos, parada en su andadera con su vestidito, sus dulces coletas y su paletón en
                  mano,  con  la  boca  llena  de  dulce,  sonriéndome,  pues,  desde  ese  momento  ella  sabía  la
                  ubicación del poema que coronaría su existencia.

                  De manera amigos míos que así fue como conocí a Amanda.

                  Añadiré que en sus memorias tanto como en el funeral  de Amanda nunca se mencionó u
                  apareció el gordo Hank, y de hecho, según la carta de suicidio de Amanda, la única razón
                  por  la  que  había  decidido  matarse,  era  porque  tenía  mucho  sueño;  simplemente  ya  no
                  quería más aventuras, tan solo ella quería dormir y soñar, pues decía que cada que vez que
                  se  despertaba  por  las  mañanas  era  cuando  mejor  escribía,  así  que  se  entregaría  a  la
                  inconsciencia  con  la  meditación  del  sueño,  esperando  algún  día  poderse  comunicar
                  conmigo y entregarme uno de sus tomos, para que a través de la terrible biblioteca os lo
                  pueda dar a conocer. Eso me prometió en sus memorias. Una sorpresa.

                  Pero bueno, sigo esperando, pues de esto tiene más de cincuenta años y hasta el día de
                  hoy, pienso que Amanda sigue soñando. Buscando cierta fórmula.

                  Espero volver a verla. He visto muertos, pero no a ella.
                  No hay prisa. Un vampiro vive de momentos y no tiene prisas ni esperanzas. Jamás.

                  FIN




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