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La coneja soñadora






                  En un hermoso bosque vivía una linda coneja, un día quiso ir al pueblo a
                  vender tortillas, lleno su canasta con las tortillas y muy feliz se dirigió hacia el
                  pueblo, entre salto y salto iba cantando.

                  El día era muy hermoso el sol brillaba como el oro y los pajarillos alegres sus
                  coros entonaban, las mariposas cuál desfile de modas sus hermosas alas
                  presentaban. Era un día maravilloso.

                  De camino al pueblo la pequeña conejita sólo se preguntaba.

                   - ¿Qué haré cuando venda todas mis tortillas? La pequeña amiguita estaba
                  tan segura que le comprarían todas sus tortillas que pensó que con el dinero
                  obtenido podría comprar, huevos y harina y entonces en lugar de tortillas haría
                  pasteles y así volvería al pueblo a venderlos y obtendría más dinero.

                  Con la venta de esos pasteles ella imagina que podría tener mucho más
                  dinero y así podría comprarse unos lindos vestidos y salir de viaje a otros
                  lugares.


                  La soñadora conejita estaba tan distraída en pensar que podría ganar mucho
                  dinero y comprar tantas cosas, que siguió su camino cantando muy alegre.
                  Entre salto y salto que daba las tortillas se iban saliendo de la canasta.

                   La coneja estaba tan distraída soñando con todo lo que tendría que no se dio
                  cuenta le iban cayendo las tortillas y que detrás de ella un rosadito y regordete
                  cerdito la seguía.

                  Claro el cerdito al verla pasar se dio cuenta que las tortillas del canasto
                  dejaban caer y se dijo así mismo. - Es mi oportunidad de comer unas ricas
                  tortillas voy a seguirle y así voy a comer gratis.

                   Al llegar al pueblo la coneja ansiosa por vender rápidamente sus tortillas las
                  buscó en la canasta, pero la sorpresa que se llevó fue muy triste. Ya no tenía
                  ninguna tortilla todas las había dejado caer y el cerdito muy ágil todas se las
                  había comido.

                  Llorando muy triste la coneja entendió que no hay que contar con lo que aún
                  no se tiene, primero asegúrate de que es lo que tienes.


                                   -Laura Cabrera V.







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