Page 54 - Debate anti-utopico
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                  todo aquellas situaciones donde no funcionaba la tesis de una lucha de
                  clases que debía necesariamente presentar como vanguardia a los obre-
                  ros o los grupos más débiles de la sociedad. Ni existían en la sociedad las
                  clases concebidas por el marxismo tradicional, ni estaban presentes en
                  acto o en potencia las fuerzas capaces de producir el cambio revolucio-
                  nario (Aricó, 2005). Lo “típico” de la realidad político-social en América
                  Latina, fue la inexistencia de una estructura social donde la dinámica
                  de clases fuera un aspecto fácil de resolver y comprender para la movi-
                  lización revolucionaria.
                     Las clases sociales en América Latina están caracterizadas por una
                  formación histórica que no siguió los postulados teóricos marxistas, pues
                  la principal fuente de identidades clasistas descansó en las condiciones
                  políticas de dependencia internacional; de aquí que en el siglo XXI, y con
                  los vientos de la globalización a cuestas, las clases sociales como concepto
                  y referente político transformador se hayan desfigurado con la emergen-
                  cia de fenómenos ligados a la economía informal, al gigantesco mundo
                  de comerciantes gremialistas, al contrabando masivo, a las clases medias
                  ávidas de consumismo, a los obreros sin una identidad única ligada a la
                  producción, a la crisis del Estado dependiente de los organismos finan-
                  cieros multilaterales, y a las grandes masas campesinas e indígenas para
                  quienes tiene un mayor significado las interpelaciones ideológicas relacio-
                  nadas con la cultura y la representación directa en una democracia desde
                  las masas, vinculadas con el concepto de “ciudadanía política”.
                     Lo preocupante frente a esta situación es cómo los dirigentes y el
                  movimiento proletario dejaron de proyectar una sociedad democrática
                  hacia el futuro contando con la participación y el aporte de las Centrales
                  Obreras. Si bien en el siglo XXI los obreros ya no descartan a la democra-
                  cia, ni tampoco la califican de ilusión burguesa, todavía siguen atrapados
                  en el pasado, recordando las jornadas doradas de los ideales comunis-
                  tas. Esta melancolía condiciona la voluntad a una esquizofrenia que no
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