Page 128 - libro de los detalles plasticos en el arte romanico.Fernando Ezquerra Lapreta
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Su tejado cumple las siguientes características:

                  1. Estela, al sur, el solsticio de invierno, hacia Ejea

                  2. Cruz, al centro, los dos equinoccios, hacia el occidente, el camino de Santiago, con

                  una inscripción labrada de una datación: 1097 (casi nada).

                  3. Estela, al norte, el solsticio de verano, hacia el torreón, es decir, hacia Uncastillo.




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                         Unas características que reproducen este esquema visual que permite observar

                  el ciclo del sol durante todo el año. De esta manera, en el tejado del templo románico
                  de San Miguel de Biota, tendríamos que, en el centro, la cruz sirve para marcar el (los)

                  equinoccio (s), en definitiva, la Pascua y la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz,
                  cercana a la de San Miguel. En los laterales, las estelas indicarían los dos solsticios.


                         Desde la Antigüedad, el hombre siempre ha contemplado el cielo. En la luz, ha
                  encontrado la imagen de su ser. Su devenir existencial está ligado al concepto de una
                  temporalidad siempre marcada por la luz en horas, días, meses, estaciones, años. Por

                  eso,  el hombre  ha observado  un  cielo  que  le  ha  permitido  controlar  los  ciclos  de  la
                  naturaleza y de los ganados. La supervivencia del hombre está ligada a la luz de ese

                  cielo que durante tantos siglos no ha dejado de observar y estudiar.

                         Sin embargo, el hombre no solo se ha quedado con el pensamiento práctico de

                  la luz; ya que, a través de ella, de la luz, también se ha transcendido. En la luz, el
                  hombre ha encontrado el símbolo máximo de su espiritualidad y así lo han reflejado

                  todas  las  grandes  religiones  humanas.  Las  diferentes  religiones  han  creído  poder
                  vislumbrar el rostro de su dios en la luz y le han rendido culto. El cristianismo no es

                  una  excepción.  Su  Dios  es  el  Dios  de  la  luz:  “Ego  svm  lvx  mvndi”  (Jn.  VIII,  12),
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