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61.-LOS GRANDES HOMBRES

lla hallábanse veinte mil caballos y cien mil
infantes de los persas, firmemente convenci-
dos de que el río, cuya corriente era por aque-
lla parte en extremo violenta, les serviría de
trinchera, cerrando por completo el paso a los
de Macedonia. Mas, al ver que Alejandro y
los suyos se lanzaban al agua, denodadamen-
te, luchando sin temor con las ondas, los per-
sas empezaron a lanzar una verdadera nube
de dardos. Pugnaban los macedonios por de-
- fenderse de ella, así como por hacer pie en el
barro resbaladizo, y alcanzar la orilla opues-
ta. Al fin llegaron a ella los invasores, mas,
como los persas les aguardaban ya, apercibi-
dos a la lucha, el choque de ambas caballerías
fué violentísimo.
Peleaba Alejandro entre sus soldados, co-
mo un soldado más. Usaba un escudo peque-
ño, pero tan respl,andeciente como un ascua,
y lucía un collar de hierro cubierto de riquí-
sima variedad de piedras ; su espada era de
un temple sin igual, y, sobre estas armas, lle-
vaba una especie de hálbito militar, al que en
aquella época llamaban sayo siciliano. Mas,
lo que le diferenciaba de cuantos con él iban,
1o que atraía t5obre él todas las miradas 1 era