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tar tal peligro, el hallarse en el Jl!es Decio
(que correspondía al nuestro de Junio) y que
había sido siempre fatal a todo designio de los
atenienses. Y todos opinaron que sería pru-
dente aplazar el ataque.
Mas Alejandro, que en aquel punto había
llegado al colmo de sus aspiraciones guerre-
ras, viéndose, al fin, en tierras de Persia y
frente a frente del ejército de Darío, ~o podía
refrenar su ardor. Contestó, pues, a los que
le aconsejaban prudencia:
. --Sería para Macedonia úna vergü nza que·
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los bárbaros nos viesen detenidos frente a
ellos ; las olas del Helesponto se sonrojarían
si después de haberlas surcado nos detuvieran
las aguas de un mísero riachuelo.
Y decidido, y esforzado, dió orden de avan-
zar. Pamienión map.daba el ala izquierda, en
el centro iba la ·falange, y el heroico monarca
avanzaba al frente del ala derecha, a cuyo ex-
tremo se colocó la ca~llería de los Amigos.
A pesar de la rapidez con que Alejandro
fué el primero en arrojarse al agua, le siguie-
ron inmediatamente, entre clamor de clarines
y aclamaciones ,delirantes al dios Marte, trece
compañú,ls de cabalkría. En la opuesta ori-