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6!\.-LOS GRANDES HOMBRES

toro a Neptuno y las Nereidas, divinidades
marinas, y, en una copa dé oro., ofreció al ma:í:'
libación copiosa.

En llegando al Asia, lo primero que quiso
hacer Alejandro, fué visitar el lugar en que
aún podían verse los restos de Troya. Allí
hizo el monarca de Macedonia sacrificios a
los héroes de la antigüedad, y más ferviente-
mente a Aquiles, su héroe predilecto, del que
se jactaba de ser descendiente. Cuantos le
rodeaban, le oyeron entonces pronunciar es-
tas famosas palabras, en que evocaba la amis-
tad de P,atroclo y el genio poético de Homero :
-Feliz tú, ¡ oh Aquiles ! , que lograste en
vid:a un fiel y verdadero amigo, y después de
muerto un tan excelso poeta que celebrase _tus
esclarecidas acciones. ·
Y, por último, hizo con especial devoción,
sacrificio a Minerva, en cuyo templo colgó las'
armas que lleviaba y tomó otras que, según
dicen, estaban allí desde el tiempo de la gue-
rra <le Troya. Dícese que estas armas, eran
llevadas delante de él por sus armeros, como
dádiva divina con la que debía sujetar al Asia.
· En tanto, a los sátrapas, gobernadores y