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ALEJANDRO MAGNO.-50

la ap.siedad a que le estimulaba su codicia, la
dama le cogió con fuerza por las piernas, y
le arrojó dentro. Y viendo que hacía grandes
esfuerzos por salir, le tiró encima gran nú-
mero de piedras, hasta acabar con él.
Los tracios que habían penetrado en casa
de la dama, al advertir la muerte de su co-
mandante, prendieron a Timocl~a y la con-
dujeron a presencia de Alejandro, para que
éste le diera el castigo que tuviera por conve-
niente. Y al preguntarle el rey quién era y
por qué había cometido tal delito, ella con-
testó:
-Soy hermana de Teógenes, general de
los tebanas, que peleó contra Filipo, tu pa.-
dre, y murió defendiendo la libertad de la
Grecia. He muerto a un enemigo, a un la-
drón, por vengar la injuria que en mí hizo
de mi raza y de mi patria.
Alejandro, que admiraba y estimaba, so-
bre todo, los rasgos de valor y energía, con-
movido por tan arrogante respuesta, la dejó
en libertad a ella y a sus hijos.
Qued6, tras la toma de Tebas, pacificada la
Grecia. Pues, aunque su deseo inclinaba a
Alejandro a casti~ar quram~nte a lo$ at~nien,.