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has. Y los tebanos continuaban el sitio a la
ciudadela, sin saber nada de esto.
Acampó el ejér(;ito del rey cerca del tem-
plo de Yolas, delante de la puerta Pretiida, y,
desde allí mandó a los Tebeldes emisarios que
les excitaron al arrepentimiento. Mas los
griegos, en vez de solicitar su clemencia, hi-
cieron una salida contra los macedones, sien-
do rechazados por las tropás ligeras que en-
vió el rey contra ellos.
A la mañana siguiente, queriendo Alejan-
dró socorrer a los suyos que estaban encérra-
dos en la ciudadela, hizo acercar sus tropas a
las puertas, y, en aquel paraje aguardó la re-
ducción de los tebanos, a quienes ofreció el
perdón si, arrepentidos, lo solicitaban. Mas,
los tebanos no quisieron escuchar esta oferta
del monarca, a quien hasta aquei mismo ins-
tante habían creído mtterto, y prefirieron lu-
char, exponiéndose a su violento empuje, an-
tes que someterse a su ley de huén grado.
En esto estab-an, cuando Pérdica~, general
de Alejandro, que defendía la parte de campo
que miraba a la trinchera con que los en~:tni-
gós habían cerrado la ciudadela, sin esperar
Ja señal del monáréa, atacó por aquel lado.a