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hal>ían apoderado y huyeron ha-cia la ciudad.
A los pocos que.en la montañ.a quedarqn no
tardó en desaloj_arlos: Alejandro, quien desde
aquella altura dió socorro a su fala!l,ge, a la
que habia ordenado que pasase el río.
Advertidos de esto los enemigos., tomaron
disimuladamente. de nuevo el camino de las
montañas para·acometer a la retaguardia; con
la cual había de pasar Alej,andro, mientras_ la
falan,geJlegaba al otro lado <lel río; mas el
rey, sin alterarse al verfos llegar, sostuvo va-
lerosamente su empuje. Al ver la falange a1'
tey, de nuevo e1i peligro, lanz6 un.gran grito,.
como si quisiera volver a pasar de nuevo el
río para socorrer a su jefe ; y fué este grito
tan desgarrador, tan amenazante, que infun-,
dió pavor al enemigo. _
La lucha fué reñida, no obstante. De una
y otra parte diérónse grandes muestras de
valor, y las escaramuzas duraron rnás de tres
días. Mas al caQO de ellos, Alejandro hizo
grande estr~go en sus enemigos, tomó muchos
prisioneros y'los persiguió hasta los montes
Taulancios. Salv6se Clito de esta derrota y
se acogió a_ la eiudad de Pelión a fa que poco
después, mandó pr~der fuego.