Page 135 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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Cuando Anduin se inclinó hacia adelante para asegurarse de que el pecho de Wyll
           seguía moviéndose, los ojos de Wyll se abrieron de golpe. Anduin notó que Wyll miraba

           algo que el rey no podía ver.


                    —Papa… —murmuró Wyll— Mamá…

                    Anduin bajó el libro y tomó la mano del anciano. Cuán delgada estaba su piel,

           cuán torcidos sus dedos, igual que raíces de un árbol. Pero, hasta sus últimos días, Wyll
           había completados sus deberes. Los ojos de Anduin volvieron a escocerle mientras veía

           esas manos realizando cosas con dificultad que él mismo podía hacer fácilmente.

                    ¿Cómo no lo notó? Lo lamento, Wyll. No quise ver.


                    Entonces, de pronto, Wyll comenzó a quejarse.


                    —Pero… ¿en dónde está mi Elsie? Debiste haber muerto, querida. Si hubieras
           sobrevivido al Azote, habrías encontrado una forma de volver a mí. Elsie, ¿en dónde

           estás? —extendió el brazo buscando a su fantasmal esposa— ¡No puedo encontrar mi
           camino sin ti!


                    El corazón de Anduin se estaba rompiendo. Con cuidado, llamó a la Luz y apoyó
           su radiante mano en el ceño fruncido del anciano.


                    —Shh  —dijo  suavemente—.  Tranquilízate.  Se  encontrarán,  viejo  amigo.  Lo
           harán. Cuando sea el momento. Pero ahora descansa.


                    Wyll parpadeó rápidamente, frunciendo un poco el ceño y cuando se volvió hacia
           Anduin, pareció como si hubiera reconocido su carga.


                    —¿Anduin? ¿También estás aquí?


                    —Sí. Soy yo. Estoy aquí. No te dejaré.


                    Wyll volvió a tranquilizarse, cerrando los ojos.


                    —Fuiste  un  buen  muchacho.  Fue  una  alegría  cuidar…  —se  quebró  a  media
           oración. Anduin se mordió el labio inferior.


                    Entonces el anciano continuó.

                    —Dile que siempre la amé sólo a ella. Mi pequeña Elsie con sus cabellos rojos

           como el fuego. Si la ves. Dile que la esperaré.


                    Las lágrimas hicieron escocer los ojos del rey.

                    —Claro que se lo diré. Lo prometo —tragó con dificultad—. Puedes marcharte.



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