Page 162 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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Calia cerró los ojos.


                    —Discúlpame, pero es difícil pensar de esa forma —la corrupción de su amado
           hermano y el asesinato de su padre, de tanta gente de Lordaeron… su fuga, su terror… la

           pérdida de su esposo e hijo, la pérdida de todo…

                    No. No todo. Nos beneficiamos de aquello en lo que somos partícipes. Por cada

           fiebre que has curado, cada hueso que has arreglado, cada vida que has mejorado… eso
           y la alegría que ha conllevado, ahora es tan parte de ti como tu dolor. Honra a ambos,

           querida hija de la Luz. Diría que confíes en que hay un propósito, pero ya lo sabes. Has
           visto los frutos de tu trabajo. No los ignores ni los minimices. Saboréalos. Pruébalos.
           Ellos son tan tuyos como de los demás.


                    Su apretado pecho se calmó mientras la paz se adentraba en su corazón. Calia se
           dio cuenta de que había estado apretando las manos y mientras las relajaba, vio pequeñas
           medias lunas en donde sus uñas se enterraron en las palmas de sus manos. Tomó un hondo

           respiro y cerró los ojos.


                    Ésta vez no vio los horrores de su escape. O, más difícil de asimilar, la visión de
           su hija. Solamente vio oscuridad, amable y suave. Apaciguó aquello que era tan difícil de
           asimilar en la totalidad radiante de la luz. Proveía seguridad para las criaturas salvajes y

           privacidad para aquellos que deseaban crear, sólo por un tiempo, un mundo con solamente
           dos.


                    Calia sintió la calidez de Saa’ra rozarla como la caricia de una pluma.


                    Duerme ahora, luchadora. No más batallas, no más horrores para ti. Solamente
           paz y descanso.


                    —Gracias —dijo Calia hacienda una reverencia con la cabeza. Mientras caminaba
           de vuelta a su habitación, una mano en su brazo, la carne fría y anormalmente suave, la
           hicieron detenerse. Era Elinor, una de las sacerdotisas renegadas.


                    —¿Calia? —dijo.


                    Calia no quería nada más que dormir. Pero había prometido siempre estar ahí para
           aquellos que la necesitaran, y Elinor parecía preocupada. Sus ojos brillantes se movían
           rápidamente y su voz tenía un tono grave.


                    —¿Qué sucede, Elinor? ¿Pasa algo malo?


                    Elinor negó con la cabeza.


                    —No. De hecho, algo podría ir bien por primera vez en mucho, mucho tiempo.
           ¿Podríamos hablar en privado?


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