Page 11 - DOSSIERPRÁCTICAS.CARMENSIMON
P. 11

Freinet en Europa, los cuales tienen en común un enfoque psicológico de amplio respeto al libre desarrollo
            de la personalidad infantil.

            Asimismo, estos movimientos critican a la escuela tradicional de entonces, critican el papel del profesor, la
            falta  de  interactividad,  el  formalismo,  la  importancia  de  la  memoria,  la  competencia  entre  el  alumnado  y,
            sobre todo, el autoritarismo del maestro. Proponían a un alumnado activo que pudiese trabajar dentro del
            aula sus propios intereses como persona y como niño. Rompen con el paradigma de la escuela tradicional
            donde  el  aprendizaje  es  un  proceso  de  transmisiones.  Están  basados  en  la  acción,  la  vivencia  y  la
            experimentación  centrada  en  el  niño  y  el  autoaprendizaje.  Su  evaluación  es  integral,  cualitativa,  e
            individualizada ya que cada ser es único. De este modo, se privilegia los procesos frente a los resultados.
            Dejando  a  un  lado  las  preguntas  cerradas,  ya  que  se  identifican  con  el  memorismo,  y  dando  lugar  a  la
            reflexión.

            El respeto a la libertad del escolar se traduce también en el respeto a su libertad religiosa, no en el sentido
            de  predicar  el  ateismo,  sino  buscando  una  enseñanza  tolerante,  abierta  a  todas  las  creencias  pero  sin
            identificarse con ninguna. De manera que en la escuela no han de tener cabida los dogmas religiosos.

            Algunos  autores  de  estos  movimientos  de  escuela  nueva  o  activa,  son  el  psicólogo  y  pedagogo  suizo,
            Edouard  Claparede  (1873-1940),  el  filósofo,  psicólogo  y  pedagogo  estadounidense,  Jhon  Dewey  (1859-
            1952),  y  el  pedagogo  suizo  Adolphe  Ferriere  (1879-1960),  todos  ellos  ponen  a  prueba  sus  cualidades
            particulares y las explotan en la medida de sus posibilidades.

            Centrándonos en un ámbito más local y cercano, debemos mencionar que en Alicante, con la implantación
            de la II República en 1931, la educación se volvió una prioridad para los poderes públicos republicanos que
            confiaban en la escuela para crear una sociedad moderna y democrática. Estos planteamientos educativos
            afloraron  en  los  debates  en  torno  a  la  escuela  laica  y  la  libertad  de  enseñanza,    enmarcados  en  el
            liberalismo de la Restauración y que se vivieron con especial intensidad en la provincia de Alicante.

            Hubo alicantinos accionistas de la ILE, como el profesor del Instituto Manuel Ausó Arenas, el republicano
            Eleuterio Maisonnave o el arquitecto José Guardiola Picó. Otros participaron directamente en este proyecto,
            como Eduardo Soler Pérez, de Villajoyosa y profesor de Derecho de la Universidad de Valencia, fundador
            de  la  ILE,  y  Ángel  Llorca,  pedagogo  nacido  en  Orcheta,  responsable  del  prestigioso  Grupo  Escolar
            Cervantes de Madrid, que aplicó de forma pionera muchas de las propuestas de la ILE.  Sin embargo, el
            representante más prestigioso fue Rafael Altamira, jurista, historiador, profesor de la Universidad de Oviedo
            y juez del Tribunal de La Haya, y Director General de Primera Enseñanza entre 1911 y 1913, que mantuvo
            siempre un estrecho contacto con Alicante.

            No  obstante,  no  parece  que  el  krausismo  impregnase  a  la  mayor  parte  de  los  profesores  y  maestros
            alicantinos pues en esa época, en Alicante, el sistema educativo era lamentable. La Enseñanza Primaria,
            que hasta principios de siglo dependía de los ayuntamientos, sufría  graves carencias materiales como la
            insuficiencia  de  escuelas,  la  falta  de  locales  adecuados  y  las  altas  deudas  de  los  municipios  con  los
            maestros y las escuelas.

            A partir del siglo XX empezaron a aparecer los centros privados, como el colegio de Santo Domingo, en
            Orihuela o en Alicante; el colegio de Jesús-María para niñas; los maristas y las escuelas salesianas, entre
            otras.  También  existían  centros  laicos,  academias  y  escuelas  nocturnas.  En  cuanto  a  la  Enseñanza
            Secundaria, el Instituto de Alicante era el único que existía en la provincia hasta que, en 1929, se creó otro
            en Alcoy.

            Desde aquel momento, las actuaciones del Ministerio se dirigieron a implantar en primer lugar el laicismo en
            la enseñanza pública, y a eliminar los símbolos religiosos de las escuelas y la asignatura de Religión. En
            segundo  término,  se  emprendió  la  sustitución  de  la  enseñanza    privada  por  la  pública  laica,  porque  se
            consideraba que tales centros no ofrecían una enseñanza de calidad y respetuosa con los niños y niñas.
            La  Ley  de  Confesiones  y  Congregaciones  Religiosas  de  junio  de  1933  reguló  dicha  medida,  pero  su
            aplicación  fue  muy  limitada  en  la  provincia,  debido  a  las  resistencias  encontradas,  a  las  dificultades
            económicas de los ayuntamientos en una época de crisis y a la falta de tiempo. El caso más conocido fue el
            Colegio de Santo Domingo de Orihuela, regido por jesuitas, que fue incautado en 1932 para instalar en él un
            Instituto de Segunda Enseñanza.

            Recogiendo  la  tradición  de  la  ILE,  el  gobierno  impulsó  novedades  muy  destacadas,  que  pretendían
            estrechar los vínculos entre la escuela y las familias con la sociedad, como las salidas y visitas de los niños
            y niñas a lugares de su entorno o la enseñanza al aire libre. Se introdujo además la técnica Freinet, con la

                                                                                                            4
   6   7   8   9   10   11   12   13   14   15   16