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Freinet en Europa, los cuales tienen en común un enfoque psicológico de amplio respeto al libre desarrollo
de la personalidad infantil.
Asimismo, estos movimientos critican a la escuela tradicional de entonces, critican el papel del profesor, la
falta de interactividad, el formalismo, la importancia de la memoria, la competencia entre el alumnado y,
sobre todo, el autoritarismo del maestro. Proponían a un alumnado activo que pudiese trabajar dentro del
aula sus propios intereses como persona y como niño. Rompen con el paradigma de la escuela tradicional
donde el aprendizaje es un proceso de transmisiones. Están basados en la acción, la vivencia y la
experimentación centrada en el niño y el autoaprendizaje. Su evaluación es integral, cualitativa, e
individualizada ya que cada ser es único. De este modo, se privilegia los procesos frente a los resultados.
Dejando a un lado las preguntas cerradas, ya que se identifican con el memorismo, y dando lugar a la
reflexión.
El respeto a la libertad del escolar se traduce también en el respeto a su libertad religiosa, no en el sentido
de predicar el ateismo, sino buscando una enseñanza tolerante, abierta a todas las creencias pero sin
identificarse con ninguna. De manera que en la escuela no han de tener cabida los dogmas religiosos.
Algunos autores de estos movimientos de escuela nueva o activa, son el psicólogo y pedagogo suizo,
Edouard Claparede (1873-1940), el filósofo, psicólogo y pedagogo estadounidense, Jhon Dewey (1859-
1952), y el pedagogo suizo Adolphe Ferriere (1879-1960), todos ellos ponen a prueba sus cualidades
particulares y las explotan en la medida de sus posibilidades.
Centrándonos en un ámbito más local y cercano, debemos mencionar que en Alicante, con la implantación
de la II República en 1931, la educación se volvió una prioridad para los poderes públicos republicanos que
confiaban en la escuela para crear una sociedad moderna y democrática. Estos planteamientos educativos
afloraron en los debates en torno a la escuela laica y la libertad de enseñanza, enmarcados en el
liberalismo de la Restauración y que se vivieron con especial intensidad en la provincia de Alicante.
Hubo alicantinos accionistas de la ILE, como el profesor del Instituto Manuel Ausó Arenas, el republicano
Eleuterio Maisonnave o el arquitecto José Guardiola Picó. Otros participaron directamente en este proyecto,
como Eduardo Soler Pérez, de Villajoyosa y profesor de Derecho de la Universidad de Valencia, fundador
de la ILE, y Ángel Llorca, pedagogo nacido en Orcheta, responsable del prestigioso Grupo Escolar
Cervantes de Madrid, que aplicó de forma pionera muchas de las propuestas de la ILE. Sin embargo, el
representante más prestigioso fue Rafael Altamira, jurista, historiador, profesor de la Universidad de Oviedo
y juez del Tribunal de La Haya, y Director General de Primera Enseñanza entre 1911 y 1913, que mantuvo
siempre un estrecho contacto con Alicante.
No obstante, no parece que el krausismo impregnase a la mayor parte de los profesores y maestros
alicantinos pues en esa época, en Alicante, el sistema educativo era lamentable. La Enseñanza Primaria,
que hasta principios de siglo dependía de los ayuntamientos, sufría graves carencias materiales como la
insuficiencia de escuelas, la falta de locales adecuados y las altas deudas de los municipios con los
maestros y las escuelas.
A partir del siglo XX empezaron a aparecer los centros privados, como el colegio de Santo Domingo, en
Orihuela o en Alicante; el colegio de Jesús-María para niñas; los maristas y las escuelas salesianas, entre
otras. También existían centros laicos, academias y escuelas nocturnas. En cuanto a la Enseñanza
Secundaria, el Instituto de Alicante era el único que existía en la provincia hasta que, en 1929, se creó otro
en Alcoy.
Desde aquel momento, las actuaciones del Ministerio se dirigieron a implantar en primer lugar el laicismo en
la enseñanza pública, y a eliminar los símbolos religiosos de las escuelas y la asignatura de Religión. En
segundo término, se emprendió la sustitución de la enseñanza privada por la pública laica, porque se
consideraba que tales centros no ofrecían una enseñanza de calidad y respetuosa con los niños y niñas.
La Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas de junio de 1933 reguló dicha medida, pero su
aplicación fue muy limitada en la provincia, debido a las resistencias encontradas, a las dificultades
económicas de los ayuntamientos en una época de crisis y a la falta de tiempo. El caso más conocido fue el
Colegio de Santo Domingo de Orihuela, regido por jesuitas, que fue incautado en 1932 para instalar en él un
Instituto de Segunda Enseñanza.
Recogiendo la tradición de la ILE, el gobierno impulsó novedades muy destacadas, que pretendían
estrechar los vínculos entre la escuela y las familias con la sociedad, como las salidas y visitas de los niños
y niñas a lugares de su entorno o la enseñanza al aire libre. Se introdujo además la técnica Freinet, con la
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