Page 7 - SERES
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Ine Lanfranchi - Fernando Molinari


 Como les decía, yo un día los vi. Saltaban de rama en   ché decir una noche en la rama donde descansa mi sillón. Yo
 rama esquivando el humo de los escapes de cada auto que pa-  descubrí que son tramposos y tienen sus juegos perversos con
 saba el límite. Tenían grandes orejas con las que escuchaban   la finalidad de colocarnos pruebas:
 lo que decíamos y así saben quiénes se quedarán para probar
 una nueva vida y quienes están solo de paso. Los primeros   -Acá tenemos reglas propias -decían unos.
 son los que les interesan.   -Empecemos -les contestaban otros.
 Generalmente no se los ve, pero los describiré para que se
 los imaginen. Son muy pequeños, delgados, con torso ágil,
 piernas finas y flexibles, que les permiten saltar y caer sobre   Y luego de la señal, de su mochila de hojas verdes, cosida
 un suspiro de rama. Como miran quién entra y quién sale,   con hilos de cortaderas, sacaron espinas que colocaron en el
 desarrollaron ojos grandes y prominentes para observar con   camino de los peregrinos. Las hay de todos tipos, formas y
 atención de búho a quienes se mudan y deciden encarar una   tamaños, unas estrelladas como Alfa Centauri en medio de la
 vida en San Luis.   noche, llamadas amores secos; otras son alargadas como gu-

 Cuando deciden entrar en acción, de uno solo se hacen   sanos de seda y pinchudas como abrojos de prendas de vestir,
 muchos, infinitos, como la realidad de una galería de espejos.   esas quedan pegadas en todos lados; otras son con curvas como
 La mayoría de nosotros no podemos verlos (yo lo logré aún   uña de hechicera y otras como las agujas de zapatero. Pero ellos
 no sé por qué motivo). Les aseguro que se hacen tantos que   van de a poco. Esa noche empezaron con las más sutiles.
 hasta diría que los árboles son todos ellos.  nadie sabe, como los que vivimos o estuvimos alguna vez
 Y así, siguen de rama en rama, como diminutos barones   en San Luis, lo molestas que son sus espinas. Quedan en las
 rampantes, los vehículos cargados de equipaje y los camiones   zapatillas, ojotas, pantalones, buzos y ni hablar cuando se in-
 de mudanza hasta la casa que habitarán las personas. Sin ser   crustan en los ponchos y las camperas. Las tenemos presentes
 vistos, construyen su hogar en los árboles de aquellos nuevos   a cada instante. ¿Sacarlas? Sí, es posible, claro, ahí contamos
 vecinos. Se tiñen del color del follaje y abren mucho más sus   con la ayuda de los nacidos en las sierras, ellos nos pasan los
 ojos, agrandan sus orejas, agudizan los oídos y las narices   secretos en cada sorbo de mate con burrito.
 se expanden para sentir aromas de transpiraciones nerviosas,   Así desarrollamos infinidad de técnicas y las ropas quedan
 perfumes de verdaderas alegrías y de colonia putrefacta de   como nuevas. A mí me pasó y cada tanto me sigue pasando.
 oportunistas. Así, transformados, comienzan a merodear las   Miro a los árboles satisfecha cuando los logro vencer… pero
 casas de los recién llegados y vibran con sus actos.   ellos se ríen hasta la campanilla, siempre quieren tener la úl-

 Saben que no puede quedarse cualquiera en cualquier   tima carcajada, por eso las espinas vuelven a aparecer y hay
 momento. San Luis elige. Todo debe ser exacto. Se los escu-  que volverlas a quitar. Así los guardianes establecen un dia-



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