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su madre, que se encontraba en el dormitorio con sus hijos. Unos cedentes del período más rico, por lo que se refiere al número de
diez minutos después vio algo que describe como una «barra de aterrizajes registrados, de la historia de los OVNIS. Como el lec-
luz», que parecía deshacerse. Levantóse y se dirigió a la habita- tor habrá adivinado, me refiero al célebre otoño francés de 1954.
ción oscurecida, donde encontró a su mujer y a los niños, que El primer caso se registró el 9 de octubre. Cuatro niños que
habían visto también la barra de luz. No vio salir al personaje habitaban en Pournoy-la-Chétive, en la región del Mosela, infor-
vestido de blanco, y su esposa declaró rotundamente que su hija maron que hacia las seis y media de aquel día, mientras estaban
no había estado en la habitación en ningún momento. No hay patinando con patines de ruedas, vieron de pronto un objeto lu-
pruebas físicas de la presencia del humanoide en la casa. minoso cerca del cementerio:
Era una máquina redonda de unos 2,50 m de diámetro, que
«LAS ROCAS ESTABAN LLENAS DE ELLOS» descansaba sobre tres patas. Una especie de hombre salió de
ella. Llevaba en la mano una lámpara deslumbradora, que nos
En la isla de Aramore, un viejo llamado Patsy, que ya hemos cegó. Pero pudimos ver que tenía ojos grandes, un rostro pe-
presentado a nuestros lectores en el capítulo II, contó a Walter ludo y que era muy bajito, de poco más de un metro. Vestía
Wentz una «historia verdadera sobre las hadas» una especie de saco negro parecido a la sotana del señor cura.
Nos miró y dijo algo que no entendimos. Entonces apagó la
lámpara. Cogimos miedo y echamos a correr. Cuando nos vol-
Hace unos veinte años, por los alrededores del Bedd of Der- vimos para mirar hacia atrás, vimos algo en el cielo: estaba
mot y Grania, justamente ahí arriba en el monte, fueron vistas muy alto, era muy brillante y volaba a gran velocidad.
muchas hadas, multitudes de ellas, y un solo corzo. Ellas em-
pezaron a darle caza y lo siguieron hasta el otro extremo de la El segundo caso es un clásico. Sucedió el domingo 26 de se-
isla. En otra región, la misma gentecilla persiguió a un caballo. tiembre en Chabeuil (Drôme). Alrededor de las dos y media de la
Las rocas estaban llenas de ellas, y había también hombrecitos...
tarde de ese día, Madame Leboeuf se hallaba ocupada recogiendo
moras en los matorrales que bordeaban un sendero— obsérvese
Otra persona contó a Wentz lo siguiente:
que es casi la repetición exacta de la historia del «leprechaun»—
cuando
Mi madre solía decirme que había visto bailar a las hadas
en los campos próximos a Cardigan, y otras personas las han
visto alrededor del cromlech que está en lo alto de la colina. su perra se puso a ladrar, y luego a aullar. Madame Leboeuf se
Parecían niños de corta edad vestidos con trajes de soldados y dio vuelta y vio al animalito al borde de un campo de maíz,
tocados con gorros rojos, según cuentan algunos. frente a algo que ella confundió al principio con un espantapá-
jaros. Se acercó y vio que el espantapájaros era en realidad una
Mientras Wentz recogía material folklórico en Irlanda, efectuó especie de pequeña escafandra de material plástico transparente
una excursión a Ratra en compañía del doctor Hyde, y allí les de 1 a 1,10 metros de altura con una «cabeza» igualmente
contaron la siguiente historia acerca de un «leprechaun»: translúcida. Luego, súbitamente, descubrió que había «una cosa»
dentro de la escafandra y que, tras la transparencia bastante
desvaída de la «cabeza», dos ojos la miraban; al menos su sen-
Un día, me hallaba yo recogiendo bayas en un seto, no muy sación fue la de ojos, pero algo más grandes que los ojos hu-
lejos de aquí, cuando sentí el impulso de levantar una piedra manos. Al mismo tiempo, la escafandra empezó a avanzar hacia
plana que vi en la zanja donde me encontraba. Y bajo esa piedra ella en una especie de progresión rápida y bamboleante. 1
había la criatura más pequeña y linda que yo he visto en mi
vida, metida cómodamente en un agujero. Era un hombrecito no
mayor que una muñeca, perfectamente conformado, con boqui- Entonces Madame Lebouef huyó, aterrorizada, para esconder-
ta y ojos. Volví a dejar la piedra como estaba y corrí en busca se en una espesura próxima. Entonces, se volvió, miró y ya no vio
de mi madre, pero cuando volví con ella el hombrecito había nada. La perra seguía aullando, coreada por todos los canes del
desaparecido. pueblo. Repentinamente, un gran objeto circular y metálico surgió
un poco más lejos, entre los árboles, alejándose hacia el Nordes-
Como estamos llegando ya a la idea central de esta obra ci- te. Algunas personas que oyeron los gritos de terror de Madame
taré dos historias más, ambas informes sobre «aterrizajes» pro- Leboeuf corrieron hacia ella. En el lugar donde había despegado