Page 8 - Mitos de los 6 millones
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Hemos considerado necesario extendernos tal vez excesivamente en los antecedentes
                        históricos que marcan la ruptura de la vieja alianza, al menos en términos de Política entre
                        Alemania y el Movimiento Sionista, y transforman la amistad tradicional en profunda
                        aversión. Dicha aversión iría en aumento a medida que se hacían patentes las duras
                        cláusulas de paz impuestas a Alemania: pérdida de todas sus colonias; incautación de su
                        Marina; amputaciones territoriales en la metrópoli y una tremenda contribución de guerra.
                              Es evidente que no se podía hacer cargar a los judíos alemanes con las culpas del
                        Movimiento Sionista, a pesar de la representatividad que éste quisiera irrogarse. Pero
                        también es evidente y comprensible que, en la post-guerra, y en la crisis que siguió, se
                        desarrollara en Alemania una corriente anti-judía. Los pueblos se mueven por sentimientos,
                        por corrientes de simpatías y antipatías, y no por silogismos más o menos bien
                        construidos.
                              Además, ciertos prohombres sionistas, en vez de guardar prudente silencio
                        consideraron necesario estallar una absurda arrogancia. Así, por ejemplo, cuando Lord
                        Melchett (a) Alfred Mond (a) Moritz, judío oriundo de Alemania y presidente del trust
                        «Imperial Chemical Industries» declaró ante el Congreso Sionista, reunido en New York:
                                        «Si yo ós hubiese dicho en 1913 que discutieramos sobre la reconstrucción de un
                                 Hogar Nacional Judío en Palestina, me hubieseis tomado por un ocioso soñador; si os hubiese
                                 asegurado entonces que el archiduque austríaco seria asesinado y que, de todo lo que se
                                 derivaría de tal crimen surgiría la posibilidad, la oportunidad y la ocasión de crear un Hogar
                                 Nacional Judío en Palestina me hubierais tomado por loco. ¿Se os ha ocurrido alguna vez
                                 pensar cuán extraordinario es que de toda aquella confusión y de toda aquella sangre haya
                                 nacido nuestra oportunidad? ¿Creéis de veras que sólo es una casualidad todo esto que nos ha
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                                 llevado otra vez a Israel?».
                               O la frase lapidaria del israelita francés, oriundo de Alemania, Simon Klotz, cuando
                        se discutía la cuantía de la contribución de guerra a imponer a Alemania: «Le boche payera
                        tout» (El alemán lo pagará todo).
                              Otra causa que contribuyó poderosamente a deteriorar las relaciones entre alemanes
                        y judíos fué la desproporcionadamente elevada cantidad de hebreos que tomaron parte en las
                        llamadas «revoluciones sociales» que estallaron en Alemania en 1918; revueltas comunistas
                        que minaron la moral del pueblo en momentos críticos de la contienda y contribuyeron a la
                        derrota del país. Judío era el comisario del pueblo Hugo Haase líder de los «socialistas
                        independientes», así como el abogado Karl Liebknecht y la escritora Rosa Luxemburg,
                        jefes de la «Liga Espartaquista». Esta liga anunció, el 14 de Diciembre de 1918, que su
                        finalidad era implantación del Comunismo en Alemania.
                              El Dr. Oskar Khon, Subsecretario de Justicia, recibía dinero del agente soviético
                        Joffe, para la financiación de la revuelta comunista del 9 de Noviembre de 1918. Cuando
                        Joffe, el Embajador soviético, debió abandonar Alemania al haberse descubierto sus
                        actividades, fué substituido por otro correlegionario suyo, Karl Radek (a) Sobelssohn, a
                        cuyo cargo se encomendó la dirección de la propaganda comunista en Alemania. El punto
                        culminante de la acción bolchevique se alcanzó en Munich. El agitador principal en la
                        capital bávara era otro judio, Kurt Eisner quien, en el verano y el otoño de 1918, cuando el
                        combate en el frente estaba en todo su apogeo, excitó a la huelga de los obreros de las
                        fábricas de armas de Munich y quien organizó la revolución, instaurando en Baviera un
                        «Tribunal Revolucionario»; Eisner se proclamó Presidente del Consejo de Baviera y en
                        calidad de tal dirigió un llamamiento a todas las regiones de la Confederación Germánica, el
                        10 de Noviembre de 1918 que, en los Códigos Civiles y militares de cualquier pueblo seria
                        considerado como alta traición. Secundaban a Eisner, compartiendo con él las tareas de
                        gobierno una serie de literatos judios, tales como Kurt Muhsam, Levine -Nissen, Levien,
                        Gustav Landauer y Ernst Toller. Otro judio. Karl Kaustky, Subsecretario del Ministerio de

                        1   Jewish Chronicle, «diario judío» (9-11-28)

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