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128 Armando Montoya Jordán | El Azufre Rojo VIII (2020), 125-152. | ISSN: 2341-1368
lonialista tenía como f nalidad ejercer un total dominio en todos los campos del actuar hu-
mano, permitiéndole a la civilización europea de aquella época un hegemonismo global sin
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precedentes en la historia del Islam .
A la mirada de los maestros sufís, dicha resistencia debía cobrar dos formas, en vista de la
doble dimensión que suponía el desafío colonialista para la existencia de la civilización islám-
ica. Por un lado, el factor externo, evidenciado por la perniciosa presencia colonialista en
los diversos aspectos de la vida social de las comunidades islámicas, y la negativa inf uencia
que tuvo en la continuidad de sus costumbres, instituciones y formas de vida; por otro lado,
el factor interno, y tal vez más decisivo que el anterior: la inevitable inf uencia negativa que
ejercía dicha presencia externa en la idiosincrasia y la psicología propia de los musulmanes,
quienes gradualmente fueron acogiendo patrones de conducta ajenos a su tradición, afectan-
do de este modo no sólo su comportamiento social sino, por sobre todo, su manera de pensar
y vivir la religión.
Esta percepción de parte de los espirituales sufís está en estricta concordancia con la doble di-
mensión que, a primera vista, distinguen a todas las realidades que conforman el mundo, re-
alidades en cuanto existentes pero cuyo origen, en cuanto dador de existencia, es Dios como
Realidad Absoluta, realidad a la que los sufís denominan al-Ḥaqq, haciendo así referencia a
uno de los 99 más bellos nombres que designan a Dios, según la formulación de la doctrina
de los Nombres Divinos propia del taṣawwuf. Si el tejido del cosmos es la suma de todas las
teofanías divinas que se vinculan a Dios por mediación de sus Nombres, es decir en cuanto
relaciones ontológicas de dependencia como ref ejo de la omnipresencia divina3, entonces
2 “Con el advenimiento de la dominación europea del núcleo del Islam, representada por la invasión
napoleónica de 1798, empezó el periodo de reacciones e interpretaciones diversas que condujo al
periodo contemporáneo. La invasión europea del mundo islámico había empezado realmente más
de dos siglos y medio antes, con la dominación portuguesa, y más tarde holandesa y británica, del
oceano índico, que había sido una zona vital desde el punto de vista económico para la civilización
islámica. Se habían producido también las invasiones europeas del Norte de África, la decisiva der-
rota de la armada turca en la batalla de Lepanto en 1571, que dejó incomunicados a los otomanos
respecto del Mediterráneo occidental, y la derrota de los otomanos en su cerco de Viena en 1683, lo
que marcó el principio de la decadencia de su poderío. Pero ninguno de estos acontecimientos, ni la
colonización holandesa de las indias orientales, ni la penetración británica en la India, conmovió la
mente y el alma de los musulmanes como lo hizo la conquista de Egipto. Ese acontecimiento despertó
a los musulmanes a un desafío sin precedentes en su historia”, Seyyed Hossein Nasr, El Corazón del
Islam, Barcelona, Editorial Kairós, 2007, p. 115.
3 “Suf metaphysics have used several symbolic languages to express the truth with which it is con-
cerned, including symbols connected to light, to the features of the human face, and to love, but
most of all it has relied on the revelation by God in the Quran of His Names and Qualities. There
is subsequently in Suf sm the very important science of the Divine Names, which Muslims believe