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132 Armando Montoya Jordán | El Azufre Rojo VIII (2020), 125-152. | ISSN: 2341-1368
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que, en última instancia, dan legitimidad a todo ǧihād .
En resumen, para el conjunto de la tradición islámica, la lucha contra toda amenaza externa
se caracteriza, ante todo, por ser una búsqueda de la justicia y la ecuanimidad, pero siempre
a partir de la aplicación de los principios coránicos y de la Sunna profética; siendo ese el ideal
que guiará toda acción legítima que conlleve al combate militar. Ahora bien, dicho ideal sólo
se realizará en toda su plenitud si se encuentra providencialmente iluminado por la fuerza
espiritual que emana de sus fuentes más tradicionales, y que encuentra en la persona del
profeta Muhammad a su modelo perfecto. Solamente de ese modo se logrará dar a todo acto
un auténtico sentido de belleza y sabiduría, incluso a aquellos actos que, por su propia natu-
raleza, están saturados de rigor, como es el caso del combate bélico. Tanto El Corán como
las tradiciones proféticas son claras a este respecto:
“Combatid en el camino de Dios a quienes os combaten, pero no seáis los
agresores. Dios no ama a los agresores” .
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“Hemos regresado del ǧihād menor (aṣgar) al ǧihād mayor (akbar)” (Hadiz).
Lo expuesto hasta aquí nos autoriza a af rmar que sólo los maestros sufís han sido absoluta-
mente conscientes del peso de estas exhortaciones, tanto coránicas como proféticas, en toda
su dimensión metafísica, precisamente debido a los rasgos característicos propios que def nen
a esta vía espiritual, cuya contemplación de las verdades reveladas y de los dichos del profeta
Muhammad garantizan una acción que no sólo será correcta, sino que, además, resultará en-
bellecedora y resplandeciente, al estar iluminada por la presencia viva de los inf ujos divinos.
Estamos, pues, frente a una visión fruto de una ciencia interior que irradia su luz en el núcleo
de nuestro ser, revelando, de este modo, las certezas del Corazón15, para los sufís la morada
del centro del Intelecto. Una ciencia tal posee sus propias modalidades de conocimiento ini-
13 David Dakake, Ibid.
14 C. 2: 190. El Corán, Ibid.
15 “La perspectiva coránica concuerda con la de todo el mundo antiguo, tanto de Oriente como de
Occidente al atribuir la visión del corazón y al emplear esta palabra para indicar no solo el órgano
corporal de este nombre sino también aquello a lo que este centro corporal da acceso, a saber, el
centro del alma, que a su vez es la puerta de entrada a un “corazón” superior, a saber, el Espíritu.
Así, la palabra “corazón” se encuentra a menudo como sinónimo de “intelecto”, no en el sentido
incorrecto en el que esta palabra se utiliza hoy en día, sino en el sentido pleno de intellectus latino, es
decir la facultad que percibe lo trascendente”; Martin Lings, ¿Qué es el Suf smo?, Palma de Mallorca, José J.
de Olañeta Editor, 2006, p. 48.