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ORIGEN DEL HOMBRE                 21

      to en la8 regiones del norte como en las del sud, vivía el
      Hombre mezclado con los animales, á los que cazaba y ma-
      taba con sus toscas armas de pedernal, para proveer á su
      subsistencia y conservación, pues la carne le servía de ali-
      mento y con las pieles hacía sus vestiduras, utilizando las
      demás partes en otras cosas de su uso (1).
          Para corroborar esta afirmación, expondremos lo asen-
      tado por algunos autorizados paleontólos que han hecho
      descubrimientos de restos humanos y animales, como tam-
      bién de objetos de silex y otras materias, de las Épocas
      Terciaria y Cuaternaria, tanto en la América Septentrional,
      cuanto en Ja Meridional.
          De la América del Norte se citan los siguientes hallazgos:
          Mr A. Bamps, en su excelente Memoria titulada he Syn-
      chronisme préhistorique, dice: ^Xas excavaciones ejecutadas
      en América y especialmente en California, han revelado la
      existencia del Hombre en la Época Terciaria; estas trazas
      han sido reconocidas en los Depósitos de San Lorenzo, de
      Gasconade-County, de Vermillon-Bay. en los arrecifes de la
                                                    "
      Florida, en los de Nitchez y de Nueva Orleans



      coincide con el estado social del Hombre, ya muy diferente; el perro se halla
      á su lado, haciéndose pastor; está acompañado de varios herbívoros y se
      dedica á la agricultura,  Es el principio de una nueva Era que se acrecien-
      ta más y más, para señalarse con más precisión en la Edad de los Metales.
         Las épocas Terciaria y Cuaternaria son también períodos en que las
      tierras y las aguas estaban distribuidas de una manera muy distinta de la
      actual y en que prevalecía un clima diferente.
          (1)  Diodoro de Sicilia describe así el origen de la Humanidad:  «Los
      primeros hombres, en su ignorancia de las cosas útiles á la vida, llevaban
      una existencia miserable; estaban desnudos, sin abrigo,  sin fuego y sin te-
      ner idea alguna de alimentación conveniente. No se preocupaban de coger
      los frutos silvestres y hacer de ellos una provisión para la mala estación.
      Pero, después, la experiencia los indujo á refugiarse en las cavernas duran-
      te el invierno y á almacenar los frutos que podían conservarse.  Eíi todas
      partes la necesidad ha sido el maestro del Hombre.»
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